El padre corría detrás del niño con liviandad, la pelota cruzó la línea.
—¿Pa, quién conoce más a quién, vos a mí o yo a vos?
La pregunta hizo que el padre abriera los ojos, unos grandes ojos sin respuesta.
—Ah ya sé, está clarito, ¡vos me conoces más! porque me viste nacer... ¡eso es trampa!
El niño reclamaba riendo; el padre, se quedó congelado y luego acompañó esa risa.
No fue sino 43 años más tarde que el niño por fin tuvo su respuesta:
—Hijo, ¿Te acordás aquella pregunta? La respuesta es: vos me conoces más a mí, hoy me verás morir.
Ahora era el niño el que abría bien grande sus ojos acristalados. Luego de largos y agonizantes minutos, el niño salió de la habitación despidiéndose de aquel viejo que solía correr detrás de él con liviandad, y declaró:
—No papá, mejor lo dejemos en empate, la respuesta es: nos conocemos por igual.
El viejo ya estaba muerto cuando el niño dijo estas palabras, pero se cree que sus oídos no se cerraron hasta no escucharlas.
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