El vuelo de la imaginación

Siempre que la luna asoma

y las estrellas encienden su fulgor,

les susurro mi súplica:

ayúdenme a viajar,

a elevar mi imaginación

y alcanzar la suficiente gravedad.

Que le digan a mi almohada

que no me deje despertar,

que le adviertan que otro mundo me llama a habitar,

un lugar donde el tiempo se estira

y lo extraño puede pasar.

No se siente como la puerta de un armario secreto

ni como un muro al cual debo correr sin parar,

pero atraviesa mi pecho

como aquellas historias

que repito una y otra vez,

esas que nunca quiero terminar.

Entonces, cada noche

me entrego a un descanso igual que la eternidad,

y en esa quietud

encuentro la felicidad.

Al despertar,

en la misma noche en que partí me hallo,

aunque allí los días se alargaron sin fallo.

Fue tanto tiempo,

y aun así, con anhelo,

al día siguiente deseo volver

a aquel vuelo.