No crucé el umbral, pero ya sentí el calor en la piel. No hubo incendio total, pero el fuego me conoce. Y él… también.
Aparece entre mis sueños. No pide permiso. A veces viene en silencio, otras con esa risa traidora, que deja un hoyuelo en su mejilla como una firma secreta. Tiene ojos que mutan con la luz: en la sombra son noche cerrada, pero cuando el sol los toca, se vuelven chocolate caliente.
Yo los vi.
Una vez.
Y no volví a ver el mundo igual.
Tiene la piel como si el verano lo hubiera besado para siempre. Una mandíbula que parece esculpida por alguien que supo lo que hacía. Un arito discreto, rebelde, como él. Y pecas. Tan pequeñas que hay que acercarse mucho para verlas… demasiado cerca. Demasiado tarde.
Sus manos —manos que saben, que han trabajado, que podrían sostener el mundo o desarmarlo sin esfuerzo— me rozaron en sueños más veces de las que me atrevo a confesar. No se trata del cuerpo (aunque su cuerpo habla su propio idioma). Se trata de cómo me mira. Como si yo fuera fuego, y él llevara siglos buscando calor.
Pero nunca se quedó.
Vino.
Me tocó el alma.
Y se marchó.
Mi cuerpo lo recuerda, aunque nunca lo tuvo completo. Porque hay besos que rompen el tiempo. Que no pasan, pero igual desordenan. Él fue grieta. Fue vértigo. Fue el "casi" más profundo que viví. No hubo entrega, pero mi piel lo supo. No hubo noche compartida, pero mi deseo lo eligió sin duda.
Lo sueño. No como escape, sino como testimonio. Lo imagino regresando con los ojos sedientos y las manos listas. Lo espero sin esperarlo, pero cada vez que alguien más se acerca, mi cuerpo calla. Porque no quiero otra boca. Quiero la suya. La que ya me ama a destiempo.
A veces me pesa más lo que no pasó que lo que pasó. Lo que no dije por miedo a ser demasiado. A mostrar el hambre y no encontrar eco. Me arrepiento, sí. Pero no de desearlo. Me arrepiento de haberlo hecho en silencio, como si ese deseo no tuviera derecho a existir.
Y acá estoy.
Ardiendo sola.
Habitando este cuerpo que ya no se conforma con manos invasoras.
No sé si él lo sabe. Si lo intuye. Si me lee desde la sombra.
Pero si alguna vez regresa —en vigilia o en sueño— quiero que sepa que no necesito promesas.
Solo que esta vez…
se quede.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión