Entre los caminos entrelazados que forman las venas, penetra el sentimiento incondicional de insatisfacción.
La necesidad de saltar del lugar más alto, el simulacro enfermo de las mentes con la pérdida constante de la cordura, el vomito en el baño de la escuela, la represion entre las risas de los familiares, los juramentos de muerte de las madres, el domingo con sus paredes plagadas de discursos agrios, asumir el crecimiento con heridas y esas las piedras azules que me aparecen en los bolsillos y me cortan la circulación de los tobillos como pidiéndome que no avance.
Hilando día a dia con esperanza, aparece el hilo rojo sumando a el dorado, el azul, el gris, el negro y el violeta. Una nace siendo tan fresca, adormecida con perfumes de la inocencia, ingenua flor plagada de colores y vida, viviendo en madrugadas donde la guerra no existe (todavia), para que al crecer se convierta en prisionera de todo lo que la rodea.
Todo lo que queda de camino se divide en dos partes, angustiarse con lo hostil que es el mundo y aprender a liberar la esencia propia del dolor. Mirar el cielo y sentir empatia cuando dios parpadea y se le caen unas lágrimas, bañarse de ellas, captar a los amantes secretos en la aceleradaciudad, humanizar a las mujeres que te hirieron pero que hicieron lo que pudieron con el corazón cansado, dejar que la vida te encienda por sorpresa las mejillas, prestarle atención a las arrugas de los ojos de la gente cuando sonrie y al menos una vez en el día respirar con armonía, para poder observar el alrededor y agarrarle la mano a todo lo que te hincha el corazón, esa señal de que hay un arco dorado que te va a proteger mientras sientas esos latidos.
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