El viaje espiritual de escuchar a John Coltrane - Por Tomás Bernier
Sep 1, 2025

El viaje espiritual de escuchar a John Coltrane
Mi música es un agradecimiento a Dios.
Quisiera aportar a la gente algo que se parece a la felicidad.
Recuerdo la primera vez que escuché al mítico músico John Coltrane; tenía 15 años, casi me graduaba del colegio y un día de aburrimiento llegué en YouTube al tema “My Favorite Things”, del álbum homónimo del Trane. Era, también, la primera vez que escuchaba jazz sin que las voces de Sinatra o Dean Martin se robaran el protagonismo. Este tema me atrapó, en un principio, por el piano: McCoy Tyner –otro músico sensacional– dibuja unas notas bellísimas y sostiene, a veces con más sutileza, toda la melodía y el timing de la canción. Claro, el sonido del saxofón de Coltrane –que es la tapa del disco– también era enigmático y, en general, esa dinámica que tiene el jazz de compartir el protagonismo me pareció bastante interesante. Nunca había escuchado algo similar.
Terminé la canción y tuve que pensar un momento en todo lo que experimenté en esos casi catorce minutos, que nunca comprendí cómo pasaron tan rápido. Algo tiene la música de Coltrane que escapa de esa ilusión del tiempo y lo arrastra a uno a ese interminable viaje por sus suaves tonos. A pesar de esa primera gran experiencia, el jazz y Coltrane desaparecieron momentáneamente de mi vida, pues en esa época estaba inmerso en el rock, dedicando mis ratos a escuchar a los Beatles –cuya genialidad aún aprecio–, a Jimi Hendrix o los Stones.
Todo cambió, sin embargo, con la pandemia. Mi primer semestre de la universidad se había interrumpido y estaba en el Amazonas, aprendiendo a vivir en los silencios y apreciando más los instantes del día a día cuando no hay nada que hacer y cuando la preocupación embarga todo. Fue en abril, más o menos, cuando volvió Coltrane a mi vida, esta vez con el álbum más reconocido del jazz: Kind of Blue. Trane coincidió con otros gigantes del jazz que aquí, como pequeño homenaje, reconozco con cariño: Miles Davis –trompetista y líder de la grabación–, Julian “Cannonball” Adderley –saxofón–, Wynton Kelly y Bill Evans –pianista principal–, Paul Chambers –contrabajo– y Jimmy Cobb –batería–. Este álbum fue, hace ya más de 60 años, un suceso trascendental para la música. Y en 2020 se volvió esencial para mi recorrido en el inmenso mundo del jazz. En solo dos sesiones, estos monstruos le regalaron al mundo uno de los álbumes más completos y hermosos de la música.
Coltrane volvió, y mi obsesión con su música se fue alimentando conforme escuchaba más. Al tiempo, iba conociendo otros músicos esenciales del jazz que alguna vez colaboraron con él y que también me conquistaron con su genialidad. Entre esos resalto principalmente a Thelonious Monk –a quien habría que dedicarle otra página entera–, Stan Getz, Duke Ellington o Lee Morgan.
Conocí más de la complicada vida que tuvo, y eso me acercó más a su obra, me llevó a comprender más cada nota que ejecutó siempre con las más altas gracias. Coltrane, como varios músicos de la época, tuvo un serio problema con el consumo de heroína y el alcohol, que incluso llevó a que acabara sus vínculos musicales con artistas como Dizzy Gillespie y el mismo Miles Davis –por un tiempo, al menos–. Coltrane parecía dirigirse al penumbroso camino hacia la muerte que ya había emprendido otro genio del jazz, Charlie Parker. Sin embargo, pudo ver la luz y se acercó a la lectura de varios textos religiosos y espirituales, recuperándose poco a poco de la adicción y regresando a proyectos musicales importantes –el mencionado Kind of Blue o My Favorite Things–.
Llegó el 9 de diciembre de 1964 y el Trane lanzó una declaración espiritual de la más absoluta belleza y cuya experiencia es difícil de explicar con palabras. Hablo de A Love Supreme, un disco que contiene 4 canciones, que yo asocio más a estadios del espíritu por los que nos quiere llevar: Acknowledgment, Resolution, Pursuance y Psalm. Insisto, es difícil describir lo que implica oír este disco por primera vez, únicamente recomendaría disponer de la mayor tranquilidad posible, de un lugar que llame a la reflexión y de una escucha atenta a cada movimiento. Tratar de explicar los detalles de los cuatro temas que componen el disco sería fallar en el intento, creo que cada experiencia frente a la música es única y por eso invito a darle una oportunidad.
Después de este disco Coltrane cambió, aunque era un tipo en esencia tranquilo, este encuentro con (su) Dios cambió su vida y su música. Alguna vez leí una historia en la que se narraba cómo en el año 1966, Coltrane hizo un concierto en Japón y una de las canciones, llamada Peace on earth, fue interpretada como una disculpa por las bombas atómicas que unos años antes habían sido lanzadas en Hiroshima y Nagasaki –él mismo había pertenecido al ejército en la Segunda Guerra–. En fin, por lo que he leído sobre el Trane, parece algo muy real.
Cuando Coltrane había hecho las paces con la vida, con la música, y estaba en uno de sus momentos más brillantes, un cáncer de hígado acabó con él el 19 de julio de 1967. En su funeral, los músicos Albert Ayler y Ornette Coleman interpretaron hermosas piezas que sellaban el paso físico por la tierra de este inigualable músico. Me parece una injusticia terrible, pero muchos genios se van así, de repente.
Yo a Coltrane nunca estuve cerca de conocerlo, ni siquiera mis papás habían nacido cuando él murió, pero he tratado de escuchar cada uno de sus álbumes, colaboraciones y todo lo relacionado a él y a su música. Lo siento como un amigo que habita en mí cuando la tristeza se acerca, o que me acompaña en la felicidad y la contemplación, principalmente de la naturaleza. San John Coltrane –reconocido por varias iglesias, así como a Maradona– no solo es mi músico favorito, sino que me enseñó todo el mundo de posibilidades que el jazz se empeñó en proponerle a los negros de Estados Unidos, los que supuestamente no caben en ese país, pero que se erigen como unos de los pocos elementos de inmensa belleza que existen en esas tierras.
Gracias a Coltrane conocí el amor por la música, por esa que no tiene letras pero que transmite más que cualquier otra cosa. Conocí la poesía que pueden darnos un piano, una trompeta, un saxofón, una batería o un contrabajo.
¡Gracias, Trane! ¡Viva el amor supremo!
P. D.: Si tuviera que recomendar 5 álbumes indispensables de la discografía de Coltrane esos serían: My favorite things; Giant Steps; Duke Ellington y John Coltrane; Impressions; y Lush Life.
Tomás Bernier.
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