El vértigo de empezar de nuevo

Hay un instante, un segundo exacto,
donde miras atrás y todo parece un acto.
Los años que viviste, las huellas que hiciste,
se sienten de pronto tan lejanas, tan grises.

Es extraño. Como si tu historia no fuera tuya,
como si el tiempo jugara a ser astuto.
Todo lo que construiste con manos y esfuerzo,
de repente es sólo un eco disperso.

El pasado pesa, pero el futuro asusta,
es un salto al vacío sin más respuestas justas.
No hay certezas, no hay mapa ni señales,
sólo un horizonte lleno de finales.

Y sin embargo, aquí estás, con los pies en la orilla,
viendo cómo todo detrás se vuelve ceniza.
No porque lo olvides, no porque no importe,
sino porque la vida exige otro norte.

Pero, ¿qué se supone que hagas con este hueco?
Con la nostalgia que arde en el pecho.
Con el miedo de haber perdido tu historia,
con la duda de si todo fue solo una memoria.

Empezar de nuevo no es un acto heroico,
es un duelo silencioso, un grito estoico.
Es sostener el vacío entre las manos,
y caminar aunque tiemblen los pasos.

No hay certezas en lo que viene,
pero tampoco en lo que dejas.
El pasado ya fue, el futuro es incierto,
y tú estás en medio, sintiéndote disperso.

Pero tal vez, solo tal vez,
en este abismo donde nada se ve,
hay algo en ti que aún late con fuerza,
algo que busca crecer sin violencia.

Porque empezar de nuevo no es olvidar,
es dar un último adiós sin dejar de amar.
Es llevar lo vivido en cada latido,
pero sin permitir que se vuelva tu nido.

Así que aquí estás, frente al umbral,
sin saber qué viene, sin querer soltar.
Pero da el paso, aunque duela en la piel,
porque en cada final, hay un renacer.