Misterio 6: El Último Suspiro
El regreso a la cabaña fue silencioso, sombrío. El peso de la decisión, de lo que habían hecho, los perseguía a cada paso. Nadie habló mientras cruzaban el umbral de la casa. Las puertas se cerraron tras ellos, sellándolos nuevamente en ese lugar.
El aire en la cabaña ya no estaba cargado de la misma tensión. Pero, en su lugar, había una calma inquietante, como si todo lo que había sucedido se hubiera absorbido en las paredes mismas, en la tierra bajo el suelo. Nadie podría olvidar lo que ocurrió en esa casa, en ese bosque. Nadie podría olvidar lo que se desató y lo que habían sellado.
Se sentaron en la pequeña sala, como siempre lo hacían al final del verano. Pero esta vez era diferente. Sus miradas estaban vacías, sus almas distantes. Rora, Oliver, Twilight y Gena ya no eran los mismos. No lo serían nunca más.
El reloj de la pared seguía marcando el tiempo, pero ellos ya no podían medirlo. El mundo afuera parecía haber seguido su curso, ajeno a lo que había sucedido dentro de esas paredes. Pero ellos sabían que no podían regresar, no podían huir. Las máscaras estaban ocultas, pero las huellas de lo que habían hecho seguirían con ellos, siempre.
Y, en la quietud de esa sala, se dieron cuenta de que ya no había nada que pudiera deshacer lo que había ocurrido. El ciclo había terminado, pero la marca que había dejado en ellos, ese eco en sus corazones, nunca desaparecería.
Con miradas perdidas, se quedaron en silencio, sin hablar, sin mover un solo músculo. Y aunque ya no podían recordar todo lo que habían hecho, sabían una cosa con certeza: la casa, el ritual, las máscaras… todo había sido parte de algo mucho más grande, algo que nunca podrían entender.
Y así, con las sombras acechando, el verano se desvaneció, y con él, sus almas.
“Lo que paso el verano pasado … no debe volver a suceder”
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