Vos, así como sos; enfermizo,
te ves condenado en tu propia piel.
Agonizas en súplicas aniñadas,
corroyendo las vísceras de quien te dona simpatía.
Apegándote antropofágico
a la garganta reivindicadora de ternura,
del afecto censurado en el testamento nocivo que dignificas
como único verídico.
Desprovisto de ternura,
el mundo no te otorgó abrazo fraterno,
pues dictó tu especie antes de compadecerte,
desprendiéndote afanado la condición humana.
Eres chupasangre
cambiaformas.
Te revuelcas bajo cualquier mirada inmisericorde,
frente a la palabra que desafía tu creencia.
Sufres por la frialdad
que no emana de tu dictamen nauseabundo.
Pereciendo si se te niega la ternura,
si te racionan aquello que tu demonio,
insaciable, anhela profanar.
Sádico literato,
descuartizas metódico la mansedumbre
que sos incapaz de engendrar,
mientras te enjuagas las palmas
con la sangre de quien te ofrece hospedaje
que no te pertenece.
Succionas el amor,
aromatizando a descomposición,
inutilizando el incendio
que vesánico extingues premuroso,
antes de ser juzgada la maldad
enraizada en tu lírica deteriorada.
Vulgarizando el fratricidio, que elevas a virtud dentro de tu nocividad.
Te rompes los huesos con tal de encantar,
abriendo la boca homicida al apasionado,
atraído por tu parasitismo cautivador,
malabareando tus entrañas
con tal de jurar(me)
benevolencia.
Pero sofocas con tu hambruna
animal, besas el verso atorrante,
comenzando a espumajear tu peligrosidad,
exponiendo tu esencia de asesino devora almas,
demacrando lo bello
por tu desidia antipoética.
Arrancas los tejidos tiernos, maníaco,
prometiendo absolución
al ornamentar tu sadismo
con boleritos y té a medianoche,
sustituyendo tu condena
a cambio del llanto virginal
de quien no conoce tu historial.
Pues tu epígrafe es claro:
Eres maquiavélico en tu forma de no-amar.
Cuán humillado, cuán pisoteado
me ha dejado tu libertad;
a la gotera se le filtra -mi- muerte
por la vida que arrebataste.
Clavaste las uñas a este dolor
que te nombraba angustioso,
como quien no quiere la cosa,
blasonando lo indigno
que te parecía quedarte,
cuando el error era suficiente pecado
para auto exiliarte.
Cuán grave fue la malicia de tu mentira,
modelabas prendas de extranjero
la última vez que te ofrecí
pasearte por el hogar.
Emanabas otros aromas,
llevabas en la jeta otro nombre,
para ridiculizar el beso al verso
y la ternura.
Entonces las paredes perdieron su color;
la comida se enfrió,
sabiéndome a vidrio y cartón.
Las ventanas se quebraron,
los cuadros salieron disparados;
el cuerpo que fue volcán
se congeló.
La ambrosía lingüística
desolló mi nombre,
cobrando con mi sangre
el pacto por quedarte.
Te despides saciado de amor.
El arma homicida la llevas tras el bolígrafo, cerca del poemario.
Te maldigo eternamente, tirano imberbe,
encubriste tu estado terminal
practicando lobotomía al impartir
tu único principio: ser necesidad.
Pusilánime goloso, tragaternura,
te jactas de la piel con la que te arropas,
desvelando el sendero destructivo
de lo que simboliza tratarte como humano.
Ahora, pago ante el juzgado
por el único pecado
por el cual dejaría que quemasen mis poemarios:
Haberte alimentado con amor.
Señalar el paraíso a tus ojos huérfanos de pasión,
Grabando en tu lengua la sed por los cuellos poseedores de fogata
que tú, vampiro de la ternura, masticas la fragilidad
lamiéndote las comisuras percudidas
por la avidez de tu naturaleza consumista,
empobreciendo el encanto del que careces.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión