El valor de soltar

No es que no quisiera aceptar la realidad, la acepté desde un principio. Solo que, a veces, duele tanto abandonar lo que uno amó y sigue amando, que preferimos evitarla. No podemos vivir en una fantasía que lo único que hace es atrasar la tristeza que, tarde o temprano, siempre nos va a alcanzar, porque una y otra vez nos tropezamos con la misma piedra creyendo que algún día la vamos a poder tomar. Porque creemos poder reparar lo que ya estaba roto, y no funciona así, aunque tengamos toda la bondad del mundo para dar, porque no podemos forzar lo que no está destinado a ser, por más que en algún momento hayamos sentido que tenía la misma fuerza que la eternidad.

No merecemos aferrarnos a lo que no está, a través de recuerdos, que incluso algunos, ya nos abandonaron sin piedad. No sirve de nada querer volver a empezar cuando ese inicio siempre tiene el mismo final. Un final que nos destruye completamente, y cuando nos levantamos, volvemos a recordar, y en lugar de preocuparnos por nosotros mismos, buscamos recuperar nuevamente lo que nos rompió, poniendo esperanza en que no volverá a pasar, en que esta vez puede funcionar.

Y entonces, aquello que creemos que nos hace sentir vivos, en realidad, solo nos mata siempre que tiene la oportunidad. Dejamos de ver el lado oscuro y nos conformamos con el más mínimo reflejo de luz que se pueda hallar. Pero está mal, todos tenemos nuestras elecciones y no podemos forzar a nadie a como sentir o actuar. Lo que sí podemos hacer es reunir valor para soltar esa ilusión, dejar atrás la hipocresía, la indiferencia, las mentiras y las promesas vacías que nunca se cumplirán. Porque aferrarnos a ellas solo nos encadena al dolor, mientras que soltar nos permite, aunque cueste, la posibilidad de volver a empezar de verdad.