Nací dentro de la testaruda piel de la luna.
En las descoloridas noches
de la lenta pérdida de la cordura.
Cuando alumbraba más hacia fuera
y oscurecía más hacia dentro.
Nací en el instante en que salía el sol
y se ocultaba ella tras el umbral del mar.
El añoro la refrenaba y le quitaba el pulso.
Callaba todo el amor de los hombres
y gritaba todo el silencio menguante.
Nací cuando recibió en su tez
el último rayo desnudo de la luz.
Quería balancearse sobre la tumba
del desvelo y convencerse de borrarse.
Pero la única esperanza que mantenía viva
una fina capa era el deseo de volver a sentir
la calidez de lo que estaba al otro lado.
Fuese a quemar o fuese a amar.
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