Quizás el tren se aleja y ya es muy tarde. El reflejo tímido de la noche y sus fantasmas se adueñan de mi percepción como una fiera con fuerza desmedida. La velocidad del tiempo es inmedible, transcurre con una logíca paralela, engañoza a los sentidos. Digna intérprete de una alegoría a lo oculto. Lo invisible. Veo sombras deambular en la soledad del desierto. Veo un infinito de lo desconocido y, frente a eso, me siento aún más invisible. Una minúscula parte de un todo ininteligible. Ruidos que no alcanzo a comprender. A relacionar. Que pequeños somos. Que mundo tan aislado y superfluo hemos creado. Cómo nos hemos levantado nuestra propia isla. Ni viviendo por décadas en la profunda soledad y escuchando el silencio más crudo llegaríamos a comprender la amplitud de la materia y su metamorfosis. Ese precepto se tradujo en el terror de mis ojos al observar por la ventana y contemplar el desamparo de ese terreno. Kilómetros de nada para nuestra vista. Y el miedo latente de que esa nada tenga algo que pueda saltar, en cualquier momento, a devorar mi existencia.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión