Estoy abordo del tren del olvido rumbo a una parada incierta.
Asomo la mirada hacia la ventana y flores melancólicas cubren el paisaje.
La noche es oscura, y aunque anhelo perderme en el abrazo de las nubes grises, un rayo de luz se cuela por un resquicio de la ventana.
Tu rostro iluminado se asoma entre las nubes. ¿Cuándo es que me dejara de seguir?
La luz cálida y tierna apenas calienta mis manos, iluminando solo un pequeño pedazo de este vagón oscuro y frío.
La calidez me ofrece lo justo para sobrevivir, pero no lo suficiente para vivir.
Oh luz caprichosa y envidiosa, mi única fuente de claridad, ¿por qué me brindas tan poco?
Calor superficial que por dentro me desgasta, me deja vació. Necesito huir de ella.
Cerré la persiana, ya no quiero más de esa luz.
Mientras la cerraba pude notar como todo lo que era, dejaba de serlo.
Mis manos tiemblan y mi vagón oscurece.
La luz, aún dolorosa, era mi única necesidad.
Con la persiana cerrada, ese pequeño rayo de luz no hace más que crecer en mi mente, se magnifica.
No puedo más que pensar en cómo su calidez recorría todo mi cuerpo e iluminaba todo mi vagón.
Mis manos sucumben ante el frio y ruegan abra la persiana.
La persiana está abierta nuevamente.
Ha entrado de nuevo el mismo pequeño rayo de luz.
Es la misma luz, caprichosa y envidiosa, pero mis manos ya no tiemblan de frío.
Sé que debo cerrar la persiana, pero ¿cómo podría hacerlo?
Si su calidez me hiere, su ausencia me consume aún más.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión