Siempre pensé que el perro era más grande.
Pues no, es bajito y rechoncho, con mucho pelo. Y no le digas así; su nombre es Archie.
¡La gente siempre humanizando las cosas!
Digo con sorna y destapo la botellita.
¡Pues sí, y es mi bebé!
Tía acaba de cumplir los 50 y de los 14 años que ha vivido en Miami, 12 han sido dedicados por completo a su Shih Tsu.
El esposo, a quien mi hermana insiste en llamar sin razón tío Alfie, se queja de que en esta casa tiene más derechos, una cosa que ande a cuatro patas, más que cualquier otro de los 5 inquilinos.
Muerto de la risa, me atraganto con la “Coca Cola del Olvido”, y es que ese señor es feo, pero no de esos que uno dice: pobrecito, no es agraciado. Más, en plan: vea, ponte esta bolsa en la cabeza, como el Grinch, y no dejes que nadie te mire.
Realmente no me asombra, según cuenta mi abuela, mi tía era muy de recoger animalitos enfermos de la calle y llevárselos a casa hasta que parecían decentes.
El tío Alfie ha sido, de todas las mascotas con las que se ha encariñado, la que más tiempo le ha durado.
Tanto es así, que a veces, le dejan subirse a la cama y se le pasa la manito.
Ella le grita desde el cuarto al estudio: ¡Alfieeee! ¡A mis pies, cachorro!
Entonces, el perro de Pávlov comienza a salivar en su torpe andar hasta la cama.
Es increíble lo que hace el hombre por sentir afecto. 🐕 💕
Mario, pero no Hernández.
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