Es conocida la expresión que la Eternidad es presente continuo. Un tiempo que no corre. No hay edad.
Dios, o la Inteligencia de Dios es Eterna. La muerte, que gobierna nuestro mundo, es producto de la sucesión, de actos que se suman, paso a paso, uno a uno, lineales. Nuestro cuerpo, eminentemente fisico, sucumbe a esa linealidad. No hay saltos, ni vacíos; uno más uno, hasta el fin, nuestro cuerpo atraviesa la gloria del instante, fracturado solo por la percepción. El Instante, sí, puede ser captado por el amor o por la pérdida del amor. En tiempo sucesivo, nuestras emociones logran evadirse de la continuidad y se hallan en otra plano. Solo se descubre la eternidad, aunque de modo imperfecto, en la alegria del amor o la pérdida de él. En las emociones.
El infinito, entendiendo aquello que tiene principio pero no fin, se vislumbra en las Ciencias duras, sobre todo, las matemáticas. Un universo impoluto, que se extiende como un Universo formal, una arquitectura vacia, una mitología carente de vida, que no se agota.
El origen de la vida es la libertad. "Una mólecula le dijo sí a otra mólecula y nació la vida". Es la afirmación lo que sostiene la vida, y la negación la que la hace diversificar. En la sucesiva elección que hacemos a cada instante construimos el mundo y lo que parecia infinito, sin término, se vuelve peligroso o caduco. El peligro, empero, puede ser devorado por la novedad. Pero, ya con una cosmovisión pesimista o alegre de la humanidad, en el tiempo hallamos la elección, la libertad sin límites, la Gracia que nos identifica.
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