Llega un punto en la vida en qué las lágrimas ya no son suficientes para afrontar el mundo real. Un mundo que se jacta de tu dolor cada que abres los ojos en tu cama, y en mi caso, recuerdas cada parte de lo que fué, más de lo que nunca volverá a ser. Pero el tiempo no espera a nadie, mucho menos a los afligidos. ¿Y por qué habría de hacerlo? La culpa no le pertenecía, ni a nadie. Como a muchos les gustaba decir “Sólo sucedió”. Pero mí mente los contradecía sin siquiera perdírcelo, “¿y si realmente no fuera así?”, “¿Si realmente yo no había sido lo qué ella esperaba de su vida?”. Pero simplemente eran preguntas sin respuesta. No importaría la razón tarde o temprano debía despertar y afrontar la realidad. Ella ya no estaría para hacerlo más fácil y Harry jamás sería como ella, eso lo tenía muy presente.
Había aprendido que el dolor era uno de los maestros más ávidos en la vida. Pues todo rastro de humildad en mis huesos ahora se debía a él. Hoy todo lo tendrías pero, ¿qué pasaría mañana? Aunque te aferrases con uñas y dientes no importaría, la vida te daba de aquello que jamás esperaste. Por tan solo unos segundos plantearte el perder aquello que significaría tu razón, aquello que te daba tus sonrisas y aún tristezas necesarias pero que sin embargo, te mantenía a flote, eso te lo quitaría. Y cual arena entre tus dedos escaparía de ti. En un abrir y cerrar de ojos el golpe más detonante servido en tu propia mesa. ¿Y dolería? Claro qué dolería, todos los días al respirar, ¿pero a qué más podrías sujetarte para saber si el resto aún era real?.
Hoy sería uno de esos días en qué mí cabeza volvería a decidir por sí misma y la dibujaría para mí, como si no hubiese pasado ni un solo instante desde que se fue. Tan hermosa y frágil a la espera de mí accionar. O tal vez, solo tal vez, sería diferente y mi mente entendería al fin lo qué habían costado estos meses. El ponerme bien por aquellos que aún estaban. El aparentar ser fuerte para que otro no lo fuera por mí. El querer que un día todo termine. Aún con ello, eso no sería el palpitante pesar de mi angustia, sino más bien reaccionar y darme cuenta de que aquel lugar se encontraba vacío. Y aún con su espera ella no vería mí accionar nunca más. Así que ahora debía volverlo algo irrelevante y, aunque no lo deseara, seguir.
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