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EL SILENCIO. 15 de Agosto, 2025

Aug 16, 2025

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EL SILENCIO. 15 de Agosto, 2025
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15 de Agosto de 2025.

Estado anímico: cansado -como de costumbre, últimamente-

Tengo los pies helados. Me siento incómodo. Estoy hiperconsciente de la costura de las medias tocándome los dedos de los pies. Escucho el zumbido eléctrico de la casa vacía, éste idioma en el que me he vuelto cada vez más fluído, casi nativo. Zumbido eléctrico constante interrumpido ocasionalmente por el maullido de Dexstarr, mucho más que un gato: es mi lazarillo, mi Familiar. Un oasis de ternura entre esta soledad inmensa que no cabe entre estas letras. El heredero de todo el amor que tengo para dar y que nadie quiere recibir.

Amor. Idioma que hablo desde la carencia y para colmo de lo incomunicable, los demás no entienden mi letra. No parecen tener los medios para decodificar mi voz. Un día más en el que choco de frente con la barrera idiomática.

Hoy hice un descubrimiento, tuve una epifanía: encontré mi herida de rechazo. Ésa es la buena noticia. Ahora viene la mala: es terminal. No puede curarse porque fue infligida por un ser que no existe. O al menos, es otro más de los seres con los que me es imposible comunicarme. Ceguera lingüística. Oración sin respuesta. El silencio de siempre.

Mientras mis compañeros de trabajo intentaban evangelizarme, me dí cuenta que mi herida de rechazo -como decía Pizarnik- no es de este mundo. No son mommy ni daddy issues porque mis padres me criaron con mucho amor. No es un simple mal de amores, porque he tenido mi sobredosis de desilusiones y rechazos amorosos como todo varón físicamente desgraciado. Mi consciencia se despertó con el estruendo de un rayo ante la revelación: mi rechazo más grande fue ser rechazado por dios.

Como le contaba a mis compañeros ante sus preguntas sobre cómo conozco tanto sobre el protestantismo y la biblia, nací en la religión evangélica, pero renuncié durante mi adolescencia. Si bien hubo un poco de rebeldía adolescente en el veredicto, dejé la religión por respeto. Primero por respeto a mis padres ya que si bien les traería infelicidad mi decisión de no continuar con el linaje familiar de líderes espirituales, me pareció que sería deshonesto continuar, más aún sabiendo que no me generaba nada. Y segundo por respeto a mí mismo, no quiero vivir una mentira.

Siempre hubo silencio, pese a mis intentos por creer. Mientras todos danzaban, hablaban en lenguas y tenían experiencias extrasensoriales, yo solamente experimentaba el silencio. Llegué incluso a realizar experimentos durante mi niñez siguiendo el método científico: en mi mente infantil formula hipótesis y planes para intentar alcanzar ese estado de alteración física. A veces, me tapaba los ojos y ponía música gospel o de adoración como método de bloqueo sensorial. Otras ocasiones hacía ejercicio físico hasta cansarme y luego ponía la música para ver si la fatiga lograba hacerme más sensible al estímulo, pero siempre estaba ahí firme: el silencio.

¿Por qué todos podían experimentar el espíritu santo y yo no? ¿por qué todos tenían la capacidad de ver y sentir cosas que yo nunca podía por más que lo intentara con todas mis fuerzas? ¿por qué era excluido? ¿qué sentido tiene esta inmunidad? ¡era sólo un niño que quería creer! Pero nunca tuve respuestas. Y posiblemente nunca las tenga. Más que seguro que esa herida no cierre nunca. Porque ahí estará siempre presente esa ausencia que en el resto de las personas es presencia.

Pablo Bernabé Céspedes

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