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el sabor de lo prohibido: la condena de la adicción.

evie

Sep 28, 2025

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el sabor de lo prohibido: la condena de la adicción.
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sus labios, qué le vamos a hacer, traen la cuenta aparte, otra moneda. sabíamos que estábamos robando horas al destino, que cada minuto era un delito por el que ya estábamos pagando en dosis de culpa y euforia. no es por andar con planillas de cotejo, no, qué va, pero este sabor tiene esa adicción a lo que duele un poquito, una divergencia química, una anomalía que dicta servidumbre, son veneno de luna y sal, tienen el duende de lo que quema la sangre. era la certeza de que, aunque el mundo entero se cayera a pedazos por nuestra causa, no podríamos soltarnos. el desapego era una tierra extranjera a la que no teníamos visado, y el intento de marcharse solo nos ataba con nudos más firmes, de esos que duelen al apretar.

la mano va, sin consultarme, un apéndice ajeno que obedece, y se extiende, rama seca, al cuello tibio, blanco de cal y miedo, y lo trae, lo sujeta, lo apega como quien retiene el último tren o un punto de control, atrayendo esa otredad hacia mí en una aproximación que es, a la vez, una condena y una hoguera. en ese agarre no había solo deseo, sino la desesperación del adicto que sabe que la dosis es nociva pero vital, el impulso ciego de preservar el único lugar donde la realidad se siente soportable. éramos dos fuerzas opuestas que no podían sino anularse la una a la otra en un abrazo: vos la ley, yo la transgresión, vos el anhelo de paz, yo el caos que no podés abandonar. el mundo real gritaba que nos separáramos, que volviéramos a nuestros caminos trazados, pero éramos incapaces de obedecer, anclados el uno al otro por un lazo invisible y resistente, hecho de la misma materia de la que están hechos los castigos eternos.

y allí estamos, ¿viste?, cuerpos que se niegan a ser dos, patéticos, en una fricción continua y desesperada, de arena y oleaje, sin mucha poesía pero con todo el dolor de la urgencia, buscando la síntesis, la anulación del espacio, el milagro bajo un cielo de yeso. la urgencia era una herida abierta, siempre supurando, que solo tu presencia conseguía, paradójicamente, infectar y aliviar. éramos la prueba de que el amor no siempre es luz o refugio; a veces es esta penitencia dulcísima, esta atadura que avergüenza y glorifica a partes iguales.

el aire roto, y solo el gemido hondo (o gemido de cal y pena), que esconde la tensión de dos entidades forzadas a converger en la conciencia de que serán, al despertar, irrevocablemente dos. la mañana era nuestro enemigo más cruel, el momento en que la mentira del 'uno solo' se hacía añicos contra la dura roca del 'vos allá y yo aquí'. nos separaríamos, claro, como siempre, para volver a la respetabilidad impostada, pero sabiendo que el regreso era inevitable, porque esta historia no tenía un punto final, solo comas y suspensiones. una unidad siempre postergada, un expediente sin clausura, queriendo ser uno solo para ver si así, al fin, la soledad se despista un poco.

evie

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