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    El refugio secreto

    Madely

    Jun 16, 2024

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    El refugio secreto
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    El refugio secreto

    Adam cogió la maleta y salió por la puerta sin esperar a que Sofía se acabase de acicalar. La pareja había estado pasando por múltiples discusiones y peleas en las que no había ningún ganador, pues los dos acababan sufriendo por la tensión de la situación. Decidieron pasar unas semanas en una cabaña en el bosque, lejos del ajetreo de la ciudad, para mejorar su relación. 

    Minutos más tarde, Sofía cogió a su gato Copito en brazos junto con su maleta y salieron de aquella casa. Bajó las escaleras y cruzó la puerta principal para encontrarse con Adam, quien esperaba impaciente en el coche.

    — ¿Por qué siempre tienes que tardar tanto? — preguntó el joven enfadado.

    — Vamos a un viaje a relajarnos, no entiendo por qué tienes tanta prisa — contestó Sofía, cruzándose de brazos.

    — Porque quiero llegar a la hora acordada para recibir las llaves.

    — Por unos minutos no pasará nada… — susurró la muchacha, desviando su mirada hacia la ventana del coche.

    — Contigo siempre son unos minutos de más…— contestó en el mismo tono Adam.

    Arrancaron el coche y tuvieron un largo e incómodo viaje hacia el bosque Esmeralda, llamado así por el espectacular color de sus árboles y plantas. Una vez llegaron al lugar, ambos se quedaron impactados ante el espectáculo natural que tenían delante. El espléndido paisaje de tonos verdosos junto con las dulces melodías de los pájaros cantores era realmente placentero para sus sentidos.

    La pareja salió del coche y recibieron las llaves de un anciano de pelo canoso y una barba espesa que le llegaba hasta el pecho. Una vez dentro, el olor a madera y a café recién hecho invadía el hogar. El octogenario había preparado la cafetera a modo de darles una cálida bienvenida. La joven pareja agradeció su amabilidad y después de compartir unas horas de charla banal y sorbos de café, se despidieron de aquel dulce señor.

    A la mañana siguiente, con los primeros rayos de sol, Sofía se despertó. Como de costumbre se dio una ducha y preparó el desayuno de Copito. Extrañamente, el gato no respondió al sonido de los alimentos cayendo por sucuenco de metal. Al no ver al pequeño acercarse, decidió buscarlo por la casa. Revisó cada rincón de la cabaña, pero no había ni rastro del gato. De repente, se dio cuenta de que una de las ventanas estaba lo suficientemente abierta como para que el fino cuerpo de Copito saliese a través de ella. Angustiada, fue a buscar a Adam.

    — Adam, Copito se escapó. No está en la cabaña y la ventana está abierta…— dijo Sofía con la voz entrecortada.

    —Tranquila, cariño, no creo que haya ido muy lejos. Saldremos a buscarlo — contestó Adam con un tono sereno, tratando de tranquilizar a su mujer.

    Preocupados, se vistieron y salieron de la cabaña con gran rapidez. Tras varias horas de intensa búsqueda, sus esperanzas de encontrarlo disminuyeron. Los  ánimos de Sofía estaban por los suelos y la impotencia que sentía era tan grande, que su cuerpo reaccionó llenando sus ojos de lágrimas.

    — Cariño, tranquila, lo encontraremos — dijo Adam acercándose hacia ella.

    — No me toques — contestó Sofía enfadada, apartándole bruscamente con el brazo —. Si tan solo hubieras cerrado la ventana, esto no habría pasado. Vete, no quiero verte.

    — Pero Sofía…

    — ¡Vete! — gritó la muchacha.

    Dolido por la situación y sin ganas de discutir, Adam se dió la vuelta. Mientras se alejaba de ella, escuchó un grito que provenía de su mujer. Asustado, se  volvió y corrió buscándola con la mirada pero Sofía ya no se encontraba en el camino.

    — ¡Sofía! ¡Sofía! — gritaba el hombre desesperado. Al no verla ni oírla, Adam sintió una verdadera  angustia. Empezó a sentir una enorme falta de aire, una presión insoportable en el pecho, su corazón palpitaba con gran rapidez y un gran temor a perderla se apoderó de él. De repente, escuchó un ruido seguido de un hilo de voz.

    — Estoy aquí Adam — dijo Sofía desde un socavón en el suelo.

    El hombre se tranquilizó al asomarse y ver a Sofía viva dentro de aquel gran agujero en la tierra, con Copito entre sus brazos.

    — ¿Estás bien? Veo que has encontrado a Copito. ¡Qué alegría! — dijo Adam, pero Sofía no respondió. Absorta con una luz que provenía de un lado del socavón, no pudo escuchar ni una palabra de lo que su esposo le decía.


    Extrañado por su conducta y sin obtener respuesta, Adam bajó con cuidado aquel agujero y se paró al costado de Sofía. Se quedó impresionado por lo que veían sus ojos, no lo podía creer. Era una especie de cueva con múltiples jaulas en su interior. Pero lo que más sorprendió a la joven pareja fueron los animales que estaban en cautiverio, pues no eran los típicos animales que se podrían encontrar en un bosque. El primer animal enjaulado era una especie de ardilla que resplandecía de un color azulado y tenía unas enormes alas a sus espaldas. A su costado, había un puercoespín con forma de gato y cola de león. También había unicornios alados, tigres con cuernos y hasta un pequeño dragón. Era como si alguien hubiese jugado a ser dios con la naturaleza, elaborando criaturas que solo se encuentran en los cuentos de fantasía. 

    Aquello era un desfile de luces y colores, de cuernos y colmillos, de presas y depredadores. Impresionados ante tal panorama, fueron adentrándose en la cueva observando a cada animal con detenimiento. Aunque eran muy diferentes entre sí, todos tenían algo en común: sus heridas. Todos los animales de aquel lugar abandonado, estaban heridos. Adam y Sofía se lanzaron una mirada de complicidad, pues ambos sabían qué era lo que debían hacer.

    Durante los siguientes días, la pareja se desvivió por ayudar a aquellos pobres seres enjaulados. Les dieron de comer y beber a través de los barrotes e intentaron curar las lesiones de su tez. En un primer momento, la desconfianza no les dejó acercarse a ellos. Pero con el tiempo y el cariño depositado, la joven pareja consiguió que los animales se dejasen curar. Su amor por aquellos pobres animales fue creciendo, al igual que el amor mutuo que yacía en sus corazones, pero que habian olvidado que sentían. Mientras aliviaron el dolor de aquellos seres fantásticos, sanaron sus corazones fortaleciendo el vínculo que a sus almas unía.

    Llegado el día de partir y con los animales ya curados, decidieron liberarlos en el interior del bosque. Con gran esfuerzo, consiguieron abrir las jaulas y empujar a los animales hacia su dulce libertad. Ellos  no tardaron en salir. Algunos empezaron a correr entre los árboles, otros retozaban entre las plantas y el resto simplemente disfrutaba del fresco aire que pasaba entre su pelaje. Aquella imagen enterneció sus corazones. 

    Tras aquel escenario tan dulce, Adam y Sofía volvieron a la ciudad junto a Copito, más enamorados que nunca. Aquella increíble experiencia había conseguido avivar la llama de su amor y unirlos en un fuerte vínculo que jamás se llegaría a romper. Con los años, el bosque Esmeralda se convirtió en un famoso refugio de animales exóticos y la pareja decidió dejar sus trabajos en la gran ciudad, para dedicarse a preservar aquel espacio natural y cuidar la firme conexión entre sus almas.


    Madely

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