El reflejo distorsionado

Qué rara es la cosa de definirse en palabras.

Palabras, conceptos o en cosas que me gustan, siempre es igual de raro, capaz se vuelve así cuando le doy muchas vueltas.

Y me desplazo por el mundo social presentandome a las personas de esa manera, lo que me gusta hacer, lo que me gusta consumir, en qué ideales creo. Pero eso no es lo que soy y estoy segura porque cuando me encerré en el pasillo sin distracciones que me permitan vaciar la mente y decidí quedarme ahí por medio día; no aguante ni dos horas. En ese silencio se abalanzó sobre mí la oscuridad que a diario el ego ignora.

Todo lo que no digo cuando hablo sobre mí.

Escribo, pero me da verguenza autodenominarme poeta. Creo que eso lo tendría que deducir alguien más. ¿Me hace eso solo alguien a quien le gusta escribir? ¿o es un hábito consecuente de mi predilección por leer? ¿Soy lectora entonces? Pero solo de casualidad me acuerdo algún nombre; me quedan las partes que siento tienen alguna conexión conmigo y todo lo demas se me olvida. Creo que es porque mi cerebro no piensa que sea información relevante. Qué egoista. (¿Escribo porque soy egoista?)

Las veces que lastimé consciente o inconsientemente a otro para después, de forma automática y sin duda, ignorar que lo sabía (en mayor o menor medida, siempre sabes cuando haces algo mal, pero las justificaciones sobran para limpiar cualquier vestigio de culpa) Las veces que engañé a otros o que gané discusiones absurdas solo por el placer de ganar, incluso sabiendo que no tenía razón. Las veces que prioricé mis sentimientos por sobre los ajenos, las desconsideraciones largas y extensas que no quisiera detallar y que a diario ignoro para mi propia paz.

Las veces que no amé pero quise ser amada. Las veces que amé pero mis actos eran mas bien opuestos. Y en realidad no es dificil verse a uno mismo claramente, lo dificil viene después de verlo todo y preguntarse ¿quien soy entonces?

El enorme miedo a perder la identidad, ego construido desde la infancia, más para mi que me da pánico pensar en los significados verdaderos detrás de las intenciones y ansiedad en los patrones que no puedo controlar, cuando ambas cosas se unen para ser la sopa perfecta de fragmentación, en donde no reconozco lo que muestra el espejo; el autoestima construido sobre bases soñadas se derrumba al despertar.

Y por ese miedo, por esa consecuencia el autoengaño resulta uno de los mecanismos de defensa mas populares.

¿Cuantas veces me exageré por pensar que lo merecía? ¿cuantas veces ignoré a otro por pensar que exageraba? Mirarse aceptar y hablar de las miserias propias es aterrador, no sabes quien va a señalarte, quien va a discriminarte, quien va a ser el verdugo. Ni si ese verdugo es uno mismo.

Incluso si te haces una lista de cosas que hacer para ser buena persona, la teoría y la práctica son dos campos aparte. Y eso es lo que más me enferma, no poder vencerme. Cambiar es soltar hasta la creencia mas arraigada que tengas, esa que no moves por nada y te hace sentirte persona, sí, esa. Me dan escalofríos imaginarmelo. Hasta sospecho de mi misma.

Entonces surge pensar en que será lo que esconden mis deseos

¿afan de ser amada?

¿ser aceptada?

¿ser alguien?

Miedo aceptar que esos de inocentes no tienen nada, que hay pequeñas malicias como contraparte que siempre se prefiere evitar mencionar.

Que yo prefiero evitar mencionar.

(Tercerizar la responsabilidad también es un vicio difícil de soltar)

Cuantas veces intente terminar este texto? Hace cuanto lo tengo esperando un final? El suficiente como para aceptar que no lo tiene, pero confieso una cosa; solo en estos momentos, escasos, siento que conecto con algo cierto: me llega algo de lo genuino y de esa sobra polvorienta se traduce mi humanidad

Por eso escribo.