Mi mente resiliente aún alberga abyectos, que solo me invitan al cambio absoluto, y es su ambrosio amor lo que mantiene inmarcesible mi deseo de florecer.
Es el recuerdo de su nerviosismo el día que me confesó sus sentimientos, lo que me mantiene con el pecho latiendo. La vacuidad me abandonó el alma y mi corazón se muestra incandescente a esa rutilante memoria.
Sí, es su manera de rascarse la barbilla al concentrarse, la fuerza de sus brazos siendo el crisol de mi espíritu cuando el llanto me quebró en tantas partes, que él, no dejó caer, sumando la línea recta y tensa formada antes de su sonrisa, lo que me hace querer vivir más, existir hasta siempre.
Mi mente vive en un mundo raudo que avanza más deprisa que mis pies, las memorias desaparecen y los recuerdos son visibles a medias, pero nada que se relacione con él es capaz de corromperse en mí. Esos benditos ojos viéndome con el deseo producto del intersticio, del anhelo, del querer, me traen de vuelta, dejando atrás la amnesia, recuperando lo perdido, siendo él mi deseo por volver.

Dramática y fonética.
Nada ha sido mío, más que el deseo de ser, contigo. Estoy aquí para re-inventar la vida que emergió a cántaros de tu querer.
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