Me gusta mucho leer. Como buena lectora, también deseé sacar a los personajes de sus libros.
También, soy inventora. Me gusta hacer cosas que ayuden a los demás.
Entonces, se me ocurrió hacer algo que cambiaría la vida de muchos lectores: una máquina que permitiese sacar los personajes de sus historias.
No fue fácil pensar cómo hacer eso. A pesar de que soy una chica de ciencia, nunca nadie había pensando en hacer algo así, ¿de dónde sacaría algo de información al respeto? ¿Alguien sabía cómo lograr algo similar?
No tuve mucha ayuda ni apoyo. Al comienzo, todos creyeron que era una idea totalmente descabellada. Incluso, llegué a creer que estaba loca y que jamás lo lograría.
Para mi sorpresa, después de algunos años, lo hice. Armé la máquina y saqué mi personaje preferido.
Sin embargo, en mi emoción, no pensé cómo regresar al personaje al libro. Entonces, tuve a Don Quijote de la Mancha por varios días en mi casa, encerrado en mi biblioteca personal, mientras devoraba todos mis libros y se quejaba de "la decadencia de la literatura".
Tuve que vestirme como "dama", para que deje de hablar de mis ropas "inadecuadas para una mujer". Aprendí a andar en caballo porque él no soportaba los viajes en auto. Dejé de usar el celular, la televisión y la computadora porque le parecían objetos malditos.
-¿Un cuadrado que habla? ¿Estás segura de que eso es normal? -había dicho cuando le presenté la televisión.
Por suerte, se adaptó a las comidas modernas. Al menos le gustaban los fideos con salsa de tomate y la lasaña. Ah, y la pizza. Afortunadamente, le fascinó la pizza, porque yo no estaba dispuesta a dejarla por él. Incluso me pidió la receta, para presentarle "ese manjar" a Dulcinea y a Sancho.
-Seguro que a Sancho le fascinará -me comentó-. Sancho come todo lo que sea comible.
Aún así, aprendí a comprenderlo. Era solo un muchacho en un mundo que nunca lo entendió. Sus ideas tampoco eran aceptadas por esa sociedad. Para ellos, él era un loco.
Como yo para la mía.
Descubrimos que teníamos tantas cosas en común que podíamos pasar horas y horas conversando sobre los valientes, esas personas que se atreven a soñar, "que no necesitan un par de alas para volar".
Me contó sus historias fantásticas, una y otra vez.
Con el paso de los días, aprendió a ver televisión y juntos vimos episodios de Charles Chaplin. Lo disfrutó mucho, a decir verdad.
A pesar de todo, no se adaptó a mi mundo. Entonces, hice otra máquina y lo devolví a su libro.
Me prometió que le contaría a Sancho sobre mí.
Y estoy segura de que lo hizo.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión