Preciosa, delicada, frágil, delicada, angelical y perfecta. Cada vez que la miro los adjetivos nadan en mi cabeza. Pero, a veces, vislumbro las sombras oscuras en sus ojos azules y me asusto. Veo la latencia de sus deseos macabros y me quedo estática, deseando enterrar mis dedos en tus fantasías perversas.
Sin embargo, no logro acercarme a ti. Tu existencia es tan abrumadora que me deja ciega, los pies se enredan y mi boca se queda en silencio. No me quedan muchas opciones excepto convertirte en colores. Supongo que así lograría descifrar el código de tu existencia plena.
Te convertiré en arte. En un objeto de culto, encerrando tu esencia en bellas pinceladas precisas. Así, entendería porque tu sonrisa es tan valiosa, comprendería que hay detrás de tus ojeras celestes. Decifraría porque suspiras al amanecer y tu odio por el color amarillo.
En el museo de la desdicha, supongo, podría exhibirte. Mi obra más famosa, el cuadro más vivo, la pintura más brillante del mundo. Me preguntarían de donde saqué la inspiración para crear algo tan hermoso, cálido, lleno de vida y deslumbrante. Emitiré una breve sonrisa y diré: la naturaleza me ha dado este cuadro, perfecto en alegría otoñal. Nadie entendería a qué me refiero, pero tú, mi obra más perfecta, lo sabrás.
Te haré inmortal aunque no quieras. Serás eterna aunque me odies.
Vendrán extraños tratando de entender(te) y otros más a apreciar(te). Moriré y tú seguirás iluminando a los otros, cegándolos con tu belleza callada, dándoles un refugio fugaz con tus colores castaños. No habrá nadie que no entregue su ofrenda ante tus ojos azules.
Alguien (yo no) te estudiará con ojo clínico y te entenderá. Descifrará tus códigos, tus silencios, tus reproches, tus preciosos ojos tristes, tus atardeceres, tu dolor y también tu amor. Te liberará del lienzo, convirtiéndote en teoría que irá repartiendo a través de las aulas.
Pero yo no. Nunca podré comprenderte. Entonces te haré mi mayor obra. Te haré inmortal. Te ataré a mí. Serás mi objeto y yo la adoradora. Te dejaré en un recipiente de cristal, lejos de mí y te admiraré en silencio eterno y lejano.
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