Ella permanece ahí, de pie, sosteniendo los fragmentos de una casa que alguna vez pareció impecable. ¿Lo fue realmente en algún momento? Ni siquiera recuerda cuándo fue la primera vez que decidió no derramar esa lágrima de dolor. Reprimirla se convirtió en su tarea, en una condena autoimpuesta. Ahí sigue, firme, conteniendo el llanto, disimulando las grietas, para que los demás puedan continuar refugiándose entre esos muros frágiles. Para que puedan sentir sin culpa, expresar sin temor. Porque, al final, alguien debe ser el pilar del hogar. Alguien debe resistir, para que los demás puedan permitirse caer.

Steph
Ni profesional ni aficionada. Solo una persona pérdida, con el deseo de liberar las penas por medio de lo poco que sé sobre la escritura.
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