el peso que cargan mis zapatos

ato mis zapatos con cautela por miedo de tropezarme con el pasado que de estos cuelgan,

se encuentra tanto peso a mis espaldas que me rehúso a darme vuelta.

mis pasos son cuidadosos, entre huellas ajenas y las mías propias.

cuánta vida, cuánta historia.

y entonces, entre tantos zapatos, comprendo que cada uno de estos tiene su narrativa, justo como yo tengo la mía.

ellos también verán mi calzado, pero de la misma manera que veo yo los suyos, carecen de valor alguno,

pues no saben de donde vienen, mucho menos hacia donde van.

mis pisadas son más fuertes, más apresuradas.

como si tal aceleración fuese a cambiar algo.

como si realmente pudiera huir.

permítanme ser ilusa, es lo único que me queda.

mis zapatos no son nada más que un vestigio de lo que fui.

ya no importa si son nuevos o gastados.

cómodos o incómodos.

el tiempo no pide permiso para marcarlos, como el alma no pide permiso para cargarse de lo vivido.

¿y si lo transcendental es el sonido de los pasos cuando tocan el suelo?

como un eco que, aunque efímero, anuncia mi presencia.

 cada paso que doy, cada camino que cruzo, me pesa más,

 no porque los zapatos sean viejos, sino porque lo que arrastro detrás de mí se ha convertido en una carga imposible e ineludible.

como cadenas que resuenan a cada paso y su peso aumenta progresivamente,

cadenas que de vez en cuando tiran de mí, conduciendo nuevamente al punto de partida.

tal vez siempre estuve destinada a caminar sobre las mismas huellas, a dar los mismos pasos, a tropezar con la misma piedra.

mis pasos se apresuran por segundo y mi perpetrada mente se colma cada vez más.

mis manos temblorosas, urgentes por abrir la puerta.

pero entonces entro a casa y finalmente, puedo deshacerme de los zapatos.

el amarre de las cadenas cede.

mis pies descalzos se expanden sobre el suelo frío y por primera vez en mucho tiempo,

ya no pesa tanto.