16 de diciembre,
Sentada a la par de mi cama,
acurrucada en busca de consuelo,
como quien teme desmoronarse.
Me encontraba en un duelo con mis pensamientos.
Mi cabeza, un torbellino,
la misma pregunta resonando,
¿cómo pude haberlo evitado?
Busqué amparo,
una señal,
algo sagrado,
algo que susurrara: “no estás sola”.
Mis dedos temblorosos rozaron mi collar,
y la cruz fría en el centro,
parecía más pesada que nunca.
Cerré los ojos con fuerza,
como si al hacerlo el dolor se borrara.
Rogué y rogué, aferrándome a algo.
Y si hubieras visto como le imploré a Dios,
como mi voz se desgarró en súplicas
jamás te habrías atrevido a herirme así.
La nostalgia me consumió,
Inundó cada parte de mi,
Y los recuerdos, llegaron sin aviso, sin esperarlos,
Tus caricias,
Tus abrazos,
Tus besos.
Y créeme,
Si hubiera sabido que ese sería el último beso,
El último roce de tus labios,
No me habría despegado ni un segundo.
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