el peso de la carne

me quedé sin palabras. todo lo que digo ya lo dije o lo escuché y lo repito, intentando reacomodar las sílabas para que parezcan mías, naturales, instintivas, llenas de vida.

me quedé sin amor. todo lo que amo ya lo amé. todo lo que parece un nuevo sentimiento está ahí desde hace tiempo. ya no hay acordes nuevos, ya no hay ternura por descubrir (ya no hay ni un nuevo mundo que divertir)

me quedé sin ganas. todo el esfuerzo que parezca tener, lo copio y pego de algún tiempo mejor, siempre anterior; hermoso y lleno de fulgor. viva el amor.

qué es esta enfermedad sino el deseo de que me mate y que todos lo vean.

de enfermarme más, de no poder mover ni un músculo.

el deseo de clavarme un sacacorchos en la mano que rompa mis venas, a ver si sigue estando ese vino ahí dentro.

ese vino tibio que cuando lo toco parece quemar mis dedos de frío.

ese vino añejo que guarda anhelos y llora tan feo.

esa sangre que grita hasta hacerme sentir que van a explotar mis dedos.

que corre y corre como un río que no encuentra destino.

no sabe todavía que su destino es estar quieto,

inmóvil,

perecedero.

no hay podredumbre a la luz del sol, todos lo sabemos

lo verde parece musgo que recorre el cuerpo

los insectos parecen abejas buscando lo dulce de una sandía y

no moscas extasiadas por el sabor que tiene lo viejo

sabor a dientes caídos al suelo

a sangre coagulada por dentro

a pus impregnando la tela que viste el cuerpo.

ya nada me da asco, ya nada es tan grave.

ya nada me hace sentir que existía un tiempo donde había palabras, ganas, amor.

donde había sentimiento.

(un cuerpo perfecto, un cuerpo siquiera, un cuerpo nuevo. un cuerpo. no un cuero que oculte el olor a animal muerto)

es tan pesado cargar con el peso del peor dolor de todos los tiempos.