Solo el jazz iba a salvarme, de eso estaba seguro, mientras los días se dividen en la luz y la oscuridad yo jamás paré de pensar en los tiempos, en las melodías y los arpegios, mis ideas transcurrian al compás del contrabajo.
Iban subiendo y bajando, trazando el límite espiritual entre el medio y el sonido siendo el suelo bajo los pies que calcan el beat con sus latidos.
Obviamente fuí socialmente reprimido, al fin y al cabo a nadie le gusta escuchar un solitaro instrumento sonando a las tres de la mañana cuando empiezan a nacer las ganas de trascender los silencios y ser parte de eso allá arriba.
Esas eran mis aproximaciones, durante esa época era algo más que solo un pasatiempo, ni siquiera era una vocación, simplemente fue la expresión espiritual de los talentos introspectivos.
Y mis dedos ya eran el signo del esfuerzo, rápidos aprendices de la contorsión situacional, ¡Que bién llegué a lograr los Mingus y Charlie Parkers!, destrezas de calibraciones repentinas, acomodando, adornando, rellenando los espacios y los tiempos…
En aquellos días las situaciones me desesperaban y la tensión solamente se acrecentaba cuando recordaba mi edad y mi rumbo. La cosa se ponía seria y yo seguía fantaseando música. El hambre fue apaleada mediante las medidas métricas de la gentrificación al venderle sonetillos a mis amigos chetos en los cafés.
Algo daba, por lo menos empanadas, infaltables los cigarrillos y de vez en cuando algún vino, cerveza o whisky redimidos en bohemias ancestrales, aromas yerbales envalentonaron la composición de algunos espacios, piezas para la difusión erótica de las profundas cavernas; el deseo, la ilusión conceptos raros ahora incipientes en las imaginaciones inclaudicables que vuelan girando un rodeo perpendicular al mundo en realidades alternas a esta y complementadas bajo sus propias ideas y símbolos.
En las circulaciones vitales la profundidad de la conjugación y las posibilidades en los escenarios telúricos donde encontré otros espíritus y fuentes y fuentes de inspiración, conexión y validación comunal en los otros.
Ya no había silencios interrumpidos por sonidos graves, eran tambores, primitivos swings prístinos de latencias reverberadas, luego platillos bebop y ¡Arriba Gillespie! eramos ya un grupito loco de cuatro tipos, dos barbudos, un calvo, un greñudo; saxofón tenor global, batería chueca, mi contrabajo escaso y una guitarra inédita,eramos muy pequeños en nuestras respectivas artes poéticas pero inmensas nuestras perspectivas de innovación, al público les causamos rubor, sobresaltos y merodeos de admiración ilícita del círculo de artistas nacionales encerrados en las tradiciones dispersas. Sólo el jazz podía salvarme, por eso fundé:
El pequeño cohete 19. Banda de jazz fusión.

Soldado Desnudo
Escribo en todas las superficies. Las palabras brotan sin significados, son el cúmulo olvidado y de ellas me alimento.
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