ella dice cosas
que nunca debieron escapar de su mente.
aunque lo ocultes, no desaparece,
no se desvanece.
ojalá pudiera liberar palabras,
encerradas en jaulas de plata
con llaves hundidas
en un volcán de marte.
mi mente explota en partículas,
microsegundos de cuestionamientos
que nunca quisiste escuchar,
porque solo importabas vos.
espero que la escuches.
(no lo hiciste.)
gracias por esto.
por nada.
absolutamente nada.
prefiero dejarte ir
a un mundo donde tu recuerdo provoque náuseas.
estoy cansada de esta montaña rusa
a punto de destruirse.
no es solo miedo al final:
ese es, realmente, el final.
y sin embargo,
el alivio del cuerpo es necesario.
todo duele tanto,
como mil espinas en un golpe ya hecho,
como el impacto de un tren a velocidad impensable,
en un día de frío.
pronto seremos cenizas,
partículas ínfimas de algo
que nunca más queremos volver a ser.
irreconocibles.
olvidables.
ahí está el miedo:
el olvido,
esa realidad constante de todos los días.
cuando abrir los ojos es imposible,
cuando la tortura es la vigilia,
anhelamos los brazos de morfeo
por la eternidad.
el estrés es un temblor en la tierra:
todo se cae,
todo se rompe,
y la sola idea de que puede ser peor
nos mantiene alerta.
ese escalofrío interminable,
delirante,
se enreda en mis sueños
como un ovillo de lana destinado
a tejer el abrigo más grande del mundo.
desearía ser visible,
mínimamente resistente,
como un vaso descartable
que, aunque tiene el final asegurado,
existe un instante
antes de romperse.
quizá nada de lo que sentimos sea real,
quizá solo deseamos respeto
por lo que no nos pertenece.
pero ella rompe cerraduras de hierro y oro,
destruye castillos de cristal
que creíamos indestructibles,
basta un simple viento.
y todo en nuestra mente
es desestimado
como un caso policial sin pruebas,
sin cuerpo.
el nuestro se queda sin aire,
la sangre deja de circular,
el color disminuye.
ojalá no fuera fantasía
querer terminar con todo esto
que atormenta cada microsegundo,
ni intentar olvidarlo
en canciones
que dicen cosas
que ni entendemos.
el olvido es constante,
como caminar sobre brasas descalzos.
gracias.
gracias por nada.
por nunca jamás nada.
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