En esta ocasión, le pido al lector
Que usando su imaginación
Vea al narrador
Contando esta historia, al calor de un fogón.
Sea paciente, y soporte la rima
Que aunque suene imprecisa
Tiene como premisa, provocarle una risa.
Viendo que se acomodaron, y al fuego se unieron
No tengo más remedio, que contarles esta historia
Que más que historia, es un cuento.
Aquel pelotón español
Liderado por el comandante Guiyón
Fue temor, de cuanto enemigo cruzó
Más en los libros de historia quedó
Por su ridícula conclusión.
Disciplinados, fuertes y obedientes
Con la mirada al frente y el cuchillo entre los dientes
Siendo indiferente quien se encuentre enfrente
Cualquier enemigo caía en manos de esta tropa de valientes.
La leyenda creció y el pueblo victorió
En las calles ya se hablaba de las tropas de Guiyón
Los héroes despertaron tanto cariño
Que hasta unieron a los pobres con los ricos.
En la última batalla, sin demostrar una falla
Como era de esperarse, dieron la talla.
Redujeron al enemigo a migajas
Y triunfaron sin sufrir bajas.
En la noche, todo fue fulgor
El comandante Guiyón, aprovechó la ocasión
Se aprontó frente a su pelotón, y con su gran vozarrón ordenó:
-¡Traer mujeres, vino y ron, quien no festeje esta noche, será declarado traidor!-
Sus hombres, deseosos de festejos, escucharon y obedecieron
Bailaron, cantaron y bebieron.
Las celebraciones se extendieron
Y caída la madrugada, los soldados no se reconocieron
El soldado Alfonso, quizás el más deshonroso
Creyó gracioso, obrar de mozo
Y repartir entre sus compañeros
Unos hongos dudosos, que había sacado de un pozo
Él, cuidadoso, no probó ni un trozo.
El cabo Aspilicüeta, deseoso de hacer sus necesidades, se alejó de la fiesta
Preso de la borrachera, no fue capaz de subir su bragueta
Del otro lado, Cardozo, que ya veía borroso, vio que venía uno, pero parecían ser ocho.
Anormales eran los atributos de Aspilicüeta
Y su entrepierna, parecía ser una bayoneta
-¡Se acerca el enemigo, presuroso!- gritó Cardozo
-¡Y portan armas largas!- agregó Balzarga
-¿Que hacemos?- preguntaron vacilantes los hombres de ataque
Guiyón, ya poseído por el ron
Entonado y sin razón
A la carga ordenó.
De ahí en adelante, todo fue un absurdo combate.
Confundidos por la oscuridad
Y alterados por tanto tomar
Entre ellos se empezaron a matar
Volaron cuchillazos y sonaron escopetazos
Detonaron las granadas, antes de ser lanzadas
Poco a poco, fueron muriendo todos, y de ellos quedó uno sólo
El miedoso de Alfonso.
Al encontrarse con el final de aquel espectáculo bochornoso
Alfonso, agarró su bolso, y volvió sólo, para contarlo todo.
Pensó contar que pasó
Pensó en mentir, pensó en fingir
Pensó en llorar y exagerar
Pensó un montón que decir sobre el pelotón.
No obstante, la angustia le comía el pecho
Por eso, decidió contar la verdad de los hechos.
Sin embargo, cuando llegó, una sorpresa se encontró
Una multitud lo recibió, lo ovacionó y lo condecoró.
Alfonso, de afecto siempre deseoso
Decidió ocultar el final penoso, de aquel grupo valeroso
Es al día de hoy que hay estatuas en su honor.
Aprovechando que el fuego se apagó hace rato
Le pongo a fin a mi relato.
Podré sonar mentiroso, y quizás este cuento parece sonso.
Pero todo esto sucedió, lo juro, como que me llamo Alfonso.
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