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    El pelotón de Guiyón

    Abr 15, 2024

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    El pelotón de Guiyón
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    En esta ocasión, le pido al lector

    Que usando su imaginación

    Vea al narrador

    Contando esta historia, al calor de un fogón.

    Sea paciente, y soporte la rima

    Que aunque suene imprecisa

    Tiene como premisa, provocarle una risa.

    Viendo que se acomodaron, y al fuego se unieron

    No tengo más remedio, que contarles esta historia

    Que más que historia, es un cuento.

    Aquel pelotón español

    Liderado por el comandante Guiyón

    Fue temor, de cuanto enemigo cruzó

    Más en los libros de historia quedó

    Por su ridícula conclusión.

    Disciplinados, fuertes y obedientes

    Con la mirada al frente y el cuchillo entre los dientes

    Siendo indiferente quien se encuentre enfrente

    Cualquier enemigo caía en manos de esta tropa de valientes.

    La leyenda creció y el pueblo victorió

    En las calles ya se hablaba de las tropas de Guiyón

    Los héroes despertaron tanto cariño

    Que hasta unieron a los pobres con los ricos.

    En la última batalla, sin demostrar una falla

    Como era de esperarse, dieron la talla.

    Redujeron al enemigo a migajas

    Y triunfaron sin sufrir bajas.

    En la noche, todo fue fulgor

    El comandante Guiyón, aprovechó la ocasión

    Se aprontó frente a su pelotón, y con su gran vozarrón ordenó:

    -¡Traer mujeres, vino y ron, quien no festeje esta noche, será declarado traidor!-

    Sus hombres, deseosos de festejos, escucharon y obedecieron

    Bailaron, cantaron y bebieron.

    Las celebraciones se extendieron

    Y caída la madrugada, los soldados no se reconocieron

    El soldado Alfonso, quizás el más deshonroso

    Creyó gracioso, obrar de mozo

    Y repartir entre sus compañeros

    Unos hongos dudosos, que había sacado de un pozo

    Él, cuidadoso, no probó ni un trozo.

    El cabo Aspilicüeta, deseoso de hacer sus necesidades, se alejó de la fiesta

    Preso de la borrachera, no fue capaz de subir su bragueta

    Del otro lado, Cardozo, que ya veía borroso, vio que venía uno, pero parecían ser ocho.

    Anormales eran los atributos de Aspilicüeta

    Y su entrepierna, parecía ser una bayoneta

    -¡Se acerca el enemigo, presuroso!- gritó Cardozo

    -¡Y portan armas largas!- agregó Balzarga

    -¿Que hacemos?- preguntaron vacilantes los hombres de ataque

    Guiyón, ya poseído por el ron

    Entonado y sin razón

    A la carga ordenó.

    De ahí en adelante, todo fue un absurdo combate.

    Confundidos por la oscuridad

    Y alterados por tanto tomar

    Entre ellos se empezaron a matar

    Volaron cuchillazos y sonaron escopetazos

    Detonaron las granadas, antes de ser lanzadas

    Poco a poco, fueron muriendo todos, y de ellos quedó uno sólo

    El miedoso de Alfonso.

    Al encontrarse con el final de aquel espectáculo bochornoso

    Alfonso, agarró su bolso, y volvió sólo, para contarlo todo.

    Pensó contar que pasó

    Pensó en mentir, pensó en fingir

    Pensó en llorar y exagerar

    Pensó un montón que decir sobre el pelotón.

    No obstante, la angustia le comía el pecho

    Por eso, decidió contar la verdad de los hechos.

    Sin embargo, cuando llegó, una sorpresa se encontró

    Una multitud lo recibió, lo ovacionó y lo condecoró.

    Alfonso, de afecto siempre deseoso

    Decidió ocultar el final penoso, de aquel grupo valeroso

    Es al día de hoy que hay estatuas en su honor.

    Aprovechando que el fuego se apagó hace rato

    Le pongo a fin a mi relato.

    Podré sonar mentiroso, y quizás este cuento parece sonso.

    Pero todo esto sucedió, lo juro, como que me llamo Alfonso.

    Emiliano Oliva

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