Cuando me pongo a soñar despierto y divagar, me encuentro con el pasado, más precisamente con mí pasado. El pasado ya pasó, eso es cierto, pero te deja marcas que capaz no se borren nunca, aunque algunas puedan desteñirse y pasar a ser olvidadas por un rato, sabiendo que ahí perduran.
Mi objetivo es reflexionar en estas banas líneas sobre el pasado que exaspera, se hace hostil y cuesta dejarlo a un costado.
Uno de mis libros favoritos, titulado justamente El Pasado, de Alan Pauls, arguye al pasado atado a una cadena tortuosa con el presente. Este pasado tensiona al aquí y ahora, porque hay algo de lo de ayer que no permite que haya un hoy, o si hay un hoy ocurre con el espejo de antaño. Este pasado imposibilita caminar y crecer, emanciparse y saltar al vacío. Al final de cuentas, el argumento de la novela sostiene que hagas lo que hagas, no podés independizarte del pasado y siempre volvés al inicio. Esta cadena te corrompe y debilita. El pasado se presenta como tu más temible y mayor enemigo. En definitiva, el pasado no te suelta y si no lográs escaparte, te absorbe todo tu ser.
Ahora bien, ya analizamos al pasado en su aspecto narrativo, que cumple la función de barrera y si, como en la novela de Pauls, permanece baja todo el tiempo, no se puede avanzar.
Pero, pensemos al pasado como objeto de estudio. Como estudiante de Historia, me gusta aseverar que el pasado como tal no existe. Porque, parafraseando a un hostoriador español, Enrique Moradiellos, en su libro El oficio del historiador, podemos afirmar que el pasado en su carácter histórico no existe, ya que es tiempo pretérito, finito, acabado y no comprobable científicamente. A esto siempre agrego que no poseemos la máquina del tiempo. Por lo tanto, no podemos volver hacia atrás o cambiar lo acontecido.
Tanto a nivel narrativo como histórico, el pasado tiene fecha de caducidad. Los momentos son efímeros y se pasa a la siguiente escena. Pero a mí me gusta pensar que hay una cadena que ata y hace recordar permanentemente de dónde venimos.
En resumen, tener una tijera para cortar las cadenas y seguir viviendo sin mirar atrás sería una utopía. Mientras tanto, acepto aceitar las cadenas para seguir viviendo y avanzando, sin que me tiren para atrás, sabiendo que indefectiblemente van a estar ahí. Las cadenas van a estar y el tiempo pasará, pero mientras podamos seguir experimentando, el pasado se oxida y lo vivido pasa a ser una anécdota en vez de un perpetuo tormento.

Matías Wainer
Lector compulsivo de novelas. Estudiante de Historia. La pasión como motor de vida. Novela mata a Hobsbawm.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión