Sentirse encerrado no es algo fuera de lo común. El mundo existe afuera, aunque sean pocas las luces que nos guían, allí están. Y no se detiene.
Pero uno siempre intenta llenar un vacío, a veces sabemos cuál, a veces solamente lo sentimos, no sabemos de qué oscuridad ha aparecido.
Yo veo cortinas a mí alrededor, son rojas y brillan mucho, me asustan, a veces. Pero cuando se mueven, yo me muevo, no con ellas, pero el miedo me obliga a salirme de esa persona que clamo a todas voces que soy.
¿Puedo responder si me siento encerrada? Si, con mucha facilidad, hoy y probablemente muchas veces más, me siento encerrada.
Cuántas noches en vela más tendré que pasar para reconocerme como otro, porque en mí encierro, lo olvido y solo soy yo, intentando que esas cortinas queden quietas.
Por favor, que queden quietas.
Cerré mis ojos, y al abrirlos no estaban, solo había oscuridad. Mis latidos me hablaron “afuera siempre hay un otro”, me dijeron.
Y es que yo no estoy preparada para ser el otro de nadie.
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