Se me hace imposible pensar que el olvido existe.
Es el primer diciembre en el que no te tengo entre mis brazos,
y, a mi pesar, aunque aquí no estés,
todavía no te has ido.
El olvido carece de presencia,
más bien su llegada parece tardía.
Hoy no te extraño.
Hoy no te quiero.
Hoy, de ti, jamás me olvidaría.
¿Cómo permitirme pensar que existe el olvido,
si el perfume de tu corazón sigue aquí conmigo?
El aroma de las canciones que me compartías,
los dulces que me regalabas,
los libros que me leías.
El olvido cree ser astuto
y que me agarrará desprevenido uno de estos días.
Pero el olvido no sabe que es diciembre,
y que en diciembre yo siempre te prometía:
Prometía amarte hasta el próximo diciembre,
haciendo que la magia de las fiestas para nosotros viviese.
Hoy lamento que diciembre me haga pensar en sus días,
porque prometerte algo haría de esa promesa, una promesa incumplida.
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