mobile isologo
buscar...

El néctar de las ciruelas.

Cicely.

Oct 9, 2025

62
Empieza a escribir gratis en quaderno

Encorvada en mi habitación, solía mirar hacia afuera, a través de los desgastados marcos de mi ventana. Pensaba en la mayor cantidad de ideas que pudieran humedecerme los ojos y hacerme llorar. Así era cada mañana helada, en la que Yakushima parecía más un lienzo vaporoso de lluvia que un simple pueblo ubicado en la costa occidental de Japón.

Mis labios solían estar entumecidos en esas fechas, manchados hasta las comisuras por las ciruelas que comía distraídamente mientras miraba algún punto en blanco de aquella habitación. Para mí, eran momentos en los que podía rememorar el pasado y sentir, a través de el, aquello que había dejado pendiente.

Desgraciadamente, esa rutina duró relativamente poco para mi inmenso silencio.

Llegó él, un día cualquiera, con el traje empapado por la lluvia y algunos libros en sus brazos, pegados a su pecho como si mojarlos fuera la peor de las tragedias. No lo sabía con certeza, pero desde entonces no dejé de mirarlo. Algo en la forma en que protegía aquellos libros del exterior, por primera vez, había atraído a mi mente en blanco.

Yakushima era agobiantemente pequeño; el rostro que vieras una sola vez se repetiría delante de ti durante el resto de los años en aquel pueblo. Por eso, un día lluvioso de octubre, no fue sorpresa volver a toparnos, cuando mis manos estaban llenas de bolsas de ciruelas y las suyas, esmerándose en cubrir sus libros.

No me di cuenta de cuándo empecé a seguirlo, ni de cómo su acto que para mí era destacable, no parecía ser digno, para los demás, ni siquiera de una mirada.

— ¿Nos conocemos? —dijo repentinamente, con una voz sorprendentemente educada que hizo que mis nervios burbujearan.

Negué en total silencio, esperando que mi mirada expectante respondiera a la suavidad de su pregunta. Él comprendió entonces, en la tranquilidad de mi mutismo, que mis cuerdas vocales no iban a satisfacer su curiosidad.

(…)

— ¿Sabes que los árboles de ciruela, en nuestra cultura, representan la perseverancia, la fuerza y la vitalidad para superar adversidades? También se asocian con la fertilidad, la abundancia y el amor. Sirven como amuletos protectores contra el mal. — Soltó un día en que caminábamos por las calles vacías del pueblo, uno al lado del otro.

Habían anunciado por fin días soleados, y el hombre a mi lado, entre algunas cartas que nos enviábamos, me invitó a comer algo juntos. Yo tenía los dedos y los labios manchados con el color borgoña de la ciruela que había estado masticando distraídamente, mientras él se encargaba de llenar el silencio que yo misma generaba.

Aquel día inusualmente soleado, me besó. Esas manos, con tendencia a proteger libros, esta vez tomaban mis mejillas para acercarme a su boca. Besó mis labios manchados de ciruela como si hubiera estado ansioso de probar la ácida fruta a través de ellos. Fue el primer y último día de octubre en el que presencié el sol.

Los días que antes pasaba en completa soledad en mi habitación ahora eran compartidos por aquel hombre, que ocupaba su boca para leer los libros que tanta curiosidad me generaban y, a su vez, para conocer mi cuerpo. Me apodaba su amuleto protector contra el mal.

Desafortunadamente, yo siempre me sentía atontada en su presencia. Y jamás creí que, para haber un amuleto con una tarea así de importante, también debería existir una fuerza maligna que amenazara con despedazarlo todo. Era parecido al agua ras, que siempre atentaba con destruir el contenido de los libros que el hombre con tanto esmero protegía.

Pero, al parecer, más que un amuleto protector del mal, yo parecía simplemente atraer la maldad pura y despiadada del ser humano.

Fue la vida de la abuela de aquel hombre la primera en ser reclamada, luego la de su madre. Él solía hundir su rostro lloroso contra mis muslos, abrazando mis piernas mientras vociferaba sus lamentos en las cuatro paredes de mi habitación.

Al principio, mi simple toque parecía ser suficiente. Luego, todo mi cariño silencioso se disolvió en el agua de sus lágrimas.

Fue la muerte de su exesposa lo que derrumbó al hombre.

Un día particularmente frío y húmedo. La tormenta y sus relámpagos, que tanto me asustaban de pequeña, hacían eco en la habitación mientras trataba de llegar a él con mis manos. Pero no llegaron. Mi característico silencio, que alguna vez logró complacerlo, ahora simplemente parecía enfurecerlo.

Él no entendía por qué no lo consolaba, por qué no podía satisfacer sus preguntas contra el maligno destino con palabras de consuelo.

Y entonces sucedió.

Me miró como si yo fuera el mal en sí mismo, la que lo había engañado con una promesa de protección, cuando en realidad parecía tragarme cada gramo de su felicidad con cada momento que pasaba.

Desde aquel fatídico día, ese hombre desapareció ante mis ojos. No hubo rastro de él, ni siquiera en la habitación en la que solíamos descubrirnos.

Con el tiempo, un día inusualmente soleado, mientras volvía de comprar ciruelas, la noticia llegó a mis oídos. En un pueblo tan pequeño como aquel, un suicidio era todo menos un secreto.

Su cuerpo había sido encontrado sin vida tras ingerir una considerable cantidad de pastillas. Junto a él, una nota sin destinatario. Según las malas lenguas, hablaba de una joven que parecía ser una especie de mal augurio en el pueblo y que, de ser posible, deseaba que aquella bonita mujer terminara ahogada en algún lugar, junto a las palabras que nunca fueron dichas para apiadarse de él.

— Construirán un edificio en el hogar del señor Fukō. — Comentó una de las señoras de la tienda de ciruelas a otra, mientras yo miraba las nubes. Aún sujetaba entre mis dedos la bolsa de frutas recién compradas. — Justo donde se encontraba su hogar harán un bonito lago, ¿no te parece precioso? Dicen que será tan profundo como sea posible. Me encantaría ver cómo se verían las pequeñas flores que suelta el ciruelo sobre él. —

Yo, aún somnolienta, volví a casa, recordando cómo aquel hombre protegía los libros que él mismo coleccionaba en su hogar, ahora completamente ahogados en el nuevo lago del pueblo.

Cicely.

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión