Bloque sobre bloque
armé un muro que me resguardara
en la noches frías llenas de añoranza.
Me aferré a la creencia
de que eso sería suficiente,
que todo estaría bien si me protegía,
si evitaba a toda costa fracturarme
las cisuras del corazón
con mi melancolía.
Minimicé los recuerdos atrapados
que lloran como niños
para que la nostalgia los escuche,
los salve,
los deje salir,
imploran que quiebre el concreto
con su intensidad.
La nostalgia es su mejor arma
y yo olvidé cómo defenderme
cuando me quedo sola.
Se vuelve débil mi escudo con cada foto.
Se vuelve rápido mi latir con los niños que suplican
y sé que es tarde cuando vienen hacia mí como una avalancha que me desgarra,
abrazándome como si yo fuera muy fuerte,
como si mis lágrimas alcanzaran para todos.
Cuánto daría por revivirlos,
por quedarme en ellos.
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