El mundo era un sol estrella caliente que me generaba lanzar agua con sales por cada poro de mi piel.
Hasta que de tanto exudar quedé toda baba todo moco líquido poco consistente y me evaporaba.
Abajo lejos sólo quedó un ennegrecido pedazo de pulmón que era más humo que vapor.
Y flotaba para formar parte de unas nubes que se comenzaban a formar con otras traspiraciones.
Eso era un caldo de diálogo inentedible plagado de gritos de cotorras colmado de rabietas.
Con un giro de ballet baile clásico el astro nos guiñó un ojo y se escondió.
Y ahí vino lo bueno.
Nos dimos cuenta que era pura maldá ese sol hijo de puta.
La nube que eramos ya condensada comenzó a desplomarse en picada hacia la tierra.
Quien cae dónde yo buscando mi pedazo de pulmón negro.
La tierra quedó durante treinta minutos recuperandose con la humedad de esas nubes que éramos nosotrxs.
Un rocío que se extendía todavía quejándose como siempre no hay escapatoria.
Lo saboreó lo palpó lo degustó antes de bailar ella también y agrietarse para que podamos avanzar.
Ella si es noble.
Encontré mi pedacito de pulmón oscuro entre otras gotas que no se lo disputaban que qué mala suerte que eso no era de ellos cuanta injusticia con este calor y caían sobre esa piedra parecida a un órgano.
Volví a tener poros lentamente mientras la luna se nos cagaba de risa.
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Rocío Giménez Ferradás
Hola! Soy dibujante pero las palabras son un jardin en el que refugio el pensar
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