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El miedo a ser

Jul 21, 2025

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El miedo a ser
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Me hubiese gustado ser una de esas personas que ríe fuerte sin que le dé vergüenza,
de esas personas que bailan sin importar quién las esté mirando.
Me hubiese gustado haber opinado más, haber gritado más, haber dicho que sí.

Pero siempre fui de las que se callan para no incomodar,
de las que se muerden las palabras y se tragan las ganas.
De las que sonríen aunque por dentro estén llenas de preguntas sin hacer.

Me hubiese gustado decir lo que pensaba sin ensayar cada frase diez veces antes,
sin calcular el impacto, sin miedo al juicio.
Haberme equivocado más, haberme permitido fallar sin sentir que el mundo se venía abajo.
Haberme abrazado más fuerte, haberme perdonado antes.
Me hubiese gustado ser más fuego y menos sombra,
más impulso y menos duda.

Siempre admiré a esas personas que saltan sin saber con qué van a encontrarse abajo,
esas personas que se la juegan sin miedo a caerse o lastimarse,
que viven como si cada momento fuera el último,
sin pensar tanto en las consecuencias.

Yo, en cambio, siempre medí el terreno, conté los pasos, imaginé los finales antes de empezar.
Siempre quise ser de esas que lloran sin pedir disculpas,
que se emocionan sin esconderse, que se enojan sin sentirse culpables.
Pero crecí creyendo que ser “demasiado” era peligroso,
que ser intensa espantaba,
que mejor era pasar desapercibida.

A veces me pregunto cuántas versiones de mí se quedaron esperando que yo me animara.
Cuántas veces me traicioné por miedo a molestar.
Cuántas cosas dejé pasar por miedo a no incomodar.
Cuántas cosas callé por miedo a quedarme sola.
Cuántas opiniones cambié por simplemente encajar.

Aprendí a leer miradas antes que palabras,
a adaptarme a los climas emocionales de los demás
como si fuera mi única forma de pertenecer.
Me volví experta en el arte de desaparecer sin irme,
de estar sin molestar,
de ser sin ocupar demasiado espacio.

Y en ese ser sin realmente ser,
de a poco me di cuenta que si yo no escribía, no me escribían.
Si yo no llamaba, no me llamaban.
Me di cuenta de que, de alguna manera u otra,
mi presencia no era indispensable.

¿Fue mi temor a ser demasiado lo que me volvió prescindible…
o simplemente siempre lo fui?

Belén Lenzi

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