Me ataca el drama cuando se encuentran todas mis versiones en una sola esquina, y se cagan a palos entre ellas para ganar la guerra de qué hacer con el tiempo libre. ¿Qué hago cuando puedo hacer cualquier cosa? Las opciones se agolpan en un dique controlado por los deseos antagonistas de ocio, trabajo, heroísmo y realización personal. El artista ciega al estudioso y éste le pone el pie al vago, y el vago agarra de los pelos al de la limpieza, que revolea el lampazo a la cabeza del romántico y amiguero. Finalmente, sólo queda un engrudo de gente aplastada por su propia vorágine, un monstruo desastroso comandando un solo cuerpo, que se rinde ante el abismo de las posibilidades y se sienta a escribir.
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