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El mar que llama, pero no guarda.

syl

Dec 27, 2024

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El mar que llama, pero no guarda.
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Tormento volviéndose efervescente, algo que burbujea hasta perderse en la inmensidad submarina. El crepitar constante de las preocupaciones se disuelve bajo la presión. No hay fondo, porque no lo necesitas. En el mar, la gravitación del mundo se vuelve anodina, suspendida y desvaída ante la vastedad que te envuelve. Flotas sin esfuerzo, colocado o enamorado, tal vez perdido en ese punto medio donde el delirio narcótico y el latido del deseo laten al mismo ritmo, fundiéndose en un solo pulso.

No recuerdas cuántas pastillas tragaste, cuántos besos diste. El tiempo se desmorona en fragmentos que no encajan. Cada vez que intentas escudriñar la secuencia de sucesos, el tirón constante de la dopamina te arrastra con suavidad y terminas riendo sin motivo, con el eco hueco de quien olvida por elección. La oxitocina serpentea en tu cuerpo, ligera y cálida, como la brisa de una madrugada donde todo parece posible y nuevo, tan nuevo que aún no tiene nombre.

Olvidas fechas, pasados, historias. Te deshaces de ellos con tanta facilidad que asusta. Las melodías flotan por tu cabeza y, por un instante, todo está bien. Tan bien que el peso del aire parece ajeno. Cuesta recordar que te estás ahogando.

No eres un ser hecho para permanecer en el silencio plácido, aunque tu instinto de supervivencia decidió marcharse hace mucho. La sal en tu piel se aferra como una advertencia; te obliga a salir, te saca a flote y te empuja fuera con una insistencia brutal.

El mar no te permite quedarte. Nunca lo hace.

La sobriedad es lo más difícil. Salir del agua duele, como renacer a medias. Tus pulmones se resienten, castigan el olvido, expandiéndose con avidez, desesperados por tomar todo el aire que les fue negado. El cuerpo pesa más al regresar, como si cada respiro arrastrara la ausencia de ese alivio efímero.

Pero el aire no llena. No limpia.

¡Ah!, tu cabeza, golpeada por la falta de oxígeno, confundida, obnubilada, cansada. Te aferras a ese aire como si pudiera salvarte, como si llenar tus pulmones bastara para alejar el vacío. Pero el peso sigue ahí, pegado a tu sombra.

Pocas ganas quedan de volver al fondo del mar. Al menos no pronto, no frente a todos, no bajo a los diferentes pares de ojos a los que prometes el universo, solo si se quedan contigo en la noche.

Siempre ruegas por migajas cuando los químicos te golpean la cabeza, y huyes cuando la consciencia vuelve a ti. Sabes que amas con demasiada intensidad. Y lo reconoces: un gesto, un recuerdo o una palabra, te hará volver al fondo del mar cuando el pecho duela.

El mar espera.

¿Algún día permitirá que te quedes?

¿Podrás vivir sin la sensación obsesiva y adictiva de la profundidad?

syl

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