Siento que conozco el mapa
que me guía en el laberinto de tu mente,
y ahí, enredada en sus pasajes,
he encontrado la salvación.
.
Mi alma, encadenada a espadas invisibles,
ha sido prisionera de tus palabras.
Cada golpe me convierte en la profecía sagrada de tu fe,
un testigo involuntario de los pecados
que te hicieron sentir el cielo
mientras danzabas en el infierno.
.
Me llevas contigo,
prisionera de tus silencios,
donde el abandono es un acto de destrucción.
.
Tus manos dibujaron sobre mi piel
un mapa que ya no reconozco,
pegando mi corazón hecho pedazos
con hilos de culpa compartida.
.
Fuimos aliados en el crimen de un deseo inexplicable,
cómplices en una conexión imposible,
donde la redención no existe
y el olvido no nos encuentra.
.
Y ahora,
mientras recorro el mapa de tu laberinto,
descubro que el camino no lleva a tu alma,
sino a la sombra de lo que fui contigo.
Un rastro que desdibuja mis pasos
y me recuerda que para encontrarte,
primero debo perderme.
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