¿A qué te dedicas tú? ¿A mirarme con odio?
¿A socavar la luz en mis zapatos,
mis furias
y mis olivares?
Centenarios árboles,
sembrados por las duras manos de mis ancestros,
con sus callos,
sus arrugas,
su labranza siempre dispuesta.
¿A qué te dedicas tú, pervirtiéndolo todo,
profanando las cazuelas sucias de pavor,
el hogar casi vacío,
la semilla que espera por los elementos,
con la inoportuna sal de las murallas,
con la metralla lista y la centella,
la cornamenta feroz de los deseos impuros,
la gozosa desmemoria de los que ríen
y se crispan por no querer mirar?
Bajo tus suelas hay un mundo pretérito,
lleno de las miradas más hermosas,
las casas de adobe siempre abiertas para el trashumante,
los velos secándose al sol silente y generoso,
la sensación primigenia que fundó la vida y sus secuelas.
No mires más. No lo intentes siquiera.
Abandona esa falsa sed de tus injertos,
la chapuza ordinaria de fundar donde no debes,
de hostigar una tierra que no te pertenece,
las diademas,
el candil que clama en la ciudad vieja,
el cetro y la ficción.
¡Nada de ello es tuyo!
Por más empeño que pongas,
metralla,
centellas,
miradas absurdas,
¡nada de esto es tuyo!

Yom Hernández
Aquí un licenciado en Historia, loco por la literatura que lee y escribe pertinazmente. Padre de tres libros publicados por Ed Atlantis, Ed Adarve, Ed Cuadranta.
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