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El loser, un cuento con unos cuantos años.

Sep 24, 2024

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El loser

Entre la música y el humo del boliche, atravesando grupitos de idiotas que me chocaban al pasar, y chicas tan lindas no aprovechando su superioridad, la vi. Sola, entre las amigas y la gente. Bailaba con un dejo de crisis existencial en los ojos y en su tiernamente excitante boca.

Siempre me pregunté si alguna vez en la vida me tocaría vivir un momento en cámara lenta, como en las películas. Y ahí estaba ella, bailando, sonriendo, iluminada por mi ojos. Se recogía el pelo en un rodete, entonces la elegancia de su cuello quedaba desnuda, como su escote, ocultando eróticamente sus tetas y su corazón, más erotico aun. 

Ella era más que una chica divirtiéndose en el boliche, para mi era la verdad de la existencia.

Por otro lado, estaba yo, solo, acomodándome los anteojos de tanto en tanto. Tomando mi trago con pajita por el asco de pensar que no lavaran bien los vasos. Me di cuenta de que estaba muy mal vestido en comparación a los chicos “cool” y musculosos que fumaban cigarrillo electrónico para que las chicas les preguntaran ”jaja, ¿qué es eso?” . Y ellos respondieran con un discurso acerca de que estaban dejando el tabaco por temas muy importantes y que terminaran, aparte de besándose, compartiéndolo y riéndose de la cara que puso ella en la primera pitada.

Literalmente los próximos diez minutos iban a determinar el futuro de mi vida. Si me daba o no me daba bola, esa era la cuestión.

Por un lado, si me daba bola supongo que no sería por una simple calentura, porque no soy un chico con el perfil que pueda calentar a una mujer, salvo una mina muy frick. Una vez una chica coqueteó conmigo, pero estoy noventa por ciento seguro de que era una prenda. 

O sea que si me daba bola era porque me quería, o algo de mi le gustaba. Entonces, desde los 18 años que tengo ahora hasta más o menos los 21 sería mi novia, la amaría, me subiría el autoestima, tendría un trabajo como maestro suplente y me encaminaría académicamente a ser un pródigo físico-químico. 

Si es que se cansara de mi a los 21, yo seguiría con ella hasta su muerte, tendría solo 3 o 4 meses de depresión, no tendría problemas con las mujeres, ya que les daría curiosidad cómo pude haber estado con la que sería mi ex. Tendría además dos años de experiencia sexual cosa de no defraudarlas en la cama y en cuanto a mi familia terminarían de pensar que soy un raro, obviando que me aman. 

Si es que me rebota asquerosamente, porque con que tan solo se le escapara un gesto de atracción hacia mi, no pararía hasta regalarle la luna con tal de conquistarla, durante el primer mes consideraría el suicido, durante un año o dos escribirá poemas de amor y el resto de mi vida sería un loco y solitario físico-químico tratando de encontrar la fórmula del amor y del desamor.

Pensarán que ella, entre su vida glamorosa y top, apenas sepa mi nombre. Pensamiento equivocado: desde marzo que empezó el colegio hasta octubre, sufrí un tortuoso bullying de su parte. Por supuesto que yo me sentaba adelante de todo y ella con sus amiguitas rebeldes se sentaba al fondo. Mientras le hacía chistes de química a mi profesor como “-¿Qué le dice un químico a su mujer? -A veces cuando te estaño, yodo”, ella estaba o rateada en el baño, escuchando música con auriculares o aburriéndose en la clase. El tema es que cada vez que pasaba frente a mi banco mientras yo estaba sentado me pisaba el pie, y por lo mucho que me gustaba ella, y por mi timidez no me animaba a decirle nada, ella me pisaba el pie, se reía de mí con SUS amigas y seguía con su vida loca. Yo agachaba la cabeza y disimulaba el dolor, no físico sino que emocional. Cuando no podía aguantar más la tristeza me iba al baño y lloraba mucho, hasta que mis amigos sospechaban de que estuviese llorando otra vez, y como podían trataban de consolarme. 

Así fue hasta octubre, cuando después de un día de mierda y de eventos trágicos en las pasadas semanas me pisó de nuevo, me paré y le dije, mirándola fijo “¿qué te pasa?”, se rió con las amigas y repetí “¿qué te pasa?”, ella no sabía qué hacer, se puso colorada. Yo exploté “te hace sentir mejor pisarme, te creés más canchera, ¿te gusto?. Decime: ¿descargas tus problemas conmigo?, ¿se separaron tus papás?. ¿te cuernea tu novio?”. Ella buscó refugio en la mirada de alguna amiga y no encontró. “Mírame a mí y respondeme”. Me miró, y no podía estar tan linda. Vi que en realidad yo le gustaba. Derramó una lágrima como pidiendome perdón, y la entendí y la perdoné. Se fue corriendo a llorar al baño.

Después de ese día no hablamos más. Hasta que una vez me volví con ella en el colectivo, otra vez la ayudé a estudiar química, me volví a volver en colectivo y así.  Pero sobre, todo lo más importante era cuando me giraba para atrás para verla en la clase y ella ya me estaba mirando y rápido corriamos la mirada, con mismas cantidades de amor y verguenza. 

Terminó el colegio y durante las vacaciones no la vi, la veo ahora en el boliche y pienso cómo hablarle. No quiero excederme de confianza. Tampoco, a pesar de que estaba muerto de amor, quería decirle todo lo que sentía por ella, pensé también en esperar a que me mirase, y bajarme un poco los anteojos como diciéndole “qué bien que estás” pero para hacer eso habría que ser un infradotado. 

Así que caminé hasta ella con el corazón en la mano, caminé entregado a la voluntad del universo, la agarré la mano mientras ella estaba mirando para otro lado, se dio vuelta, la miré, me miró, nos miramos, nos sentimos, nos amamos. Me dijo “Hola”. Pensé por un segundo qué maravilla el mundo, qué misterio más grande el amor, quizás le doy un beso. 

Solo pude decir “dame un beso antes de que la embarre” y nos besamos tan bien. “Nos vamos de acá?” me dijo y nos fuimos, me miré con uno de los chicos que antes me había empujado, de la mano con ella y le dije: “Así me manejo yo, sorete”.

Pibe de barrio

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