La orilla del mar

Que sentimiento más abundante la tristeza, que muchas veces tratamos de esconder de los ojos del otro o de nuestros propios ojos.

Como cuesta encontrar lo que uno es y fue en un mar brillante y remoto de palabras.

Cómo cuesta la vida cuando no podés levantarte de la cama. Y antes amabas hacer eso y detestás todo lo que se interpone entre vos y la disposición y la vida. Y lo intentás y no sabés cómo hacer y no podés.

Detesto levantarme de la cama, dónde está mi hogar. Quiero encontrar los pisos de madera, los mates, los tarritos de orégano y otros condimentos adornados con un vinilo que compré, decorados con unos marcadores brillantes. Los compramos juntos una tarde de sábado, mientras me abrazabas y caminábamos por la ciudad jugando a bailar, dánadonos un giro cada tanto. Veìa que te ponías incómodo. A veces pensaba que te daba verguenza que sea medio ridícula en la calle sin importarme nada. A veces me chocaba gente y me decías que tenga cuidado, de mala forma. Me dolía un montón porque estaba tonta mirandote, mientras vos te preocupabas porque había golpeado a un extraño con la mochila, que me hacía parecer una tortuga. "Culpa de ellos si no vieron una tortuga, pensaba yo". Igual si. Estaba distraida con vos.
Mi cara es la orilla de un mar que no para de olear día y noche. Ya no se como parar. No se si va a parar algún día. Remarqué las letras e hice dibujitos de flores combinados con el color de cada condimento. Pero vos no veías nada de eso. A vos te daba igual todo. No te importó.

Quizás estaba harta de ser invisible pero seguía ahí y entonces te cansaste de fingir verme y te fuiste, en el momento de más debilidad.

Quizás deba dejarme sucumbir en el olvido antes que seguir viviendo así.

Quiero mi vida de vuelta.