El agua recorre mi cuerpo, pero no lo moja, es como si fuera la sombra reflejada de mi cuerpo sobre la pared de la ducha.
He estado media hora bajo el chorro de agua fría, pero no siento mi cuerpo húmedo. Algo extraño sucede y lo único que lo humedece son las lágrimas que recorren una tras otra sobre mis mejillas.
Parece que he perdido la sensación de todo lo que me rodea.
Cuando finalmente me decido a hablar con alguien a quien he mantenido en silencio durante mucho tiempo, un ruido inesperado interrumpe el momento, como si quisiera evitar que se pronunciaran las primeras palabras después de tanto silencio.
El ruido es extraño, no lo comprendo, desearía que me lo explicarás.
Me he convertido en aquel niño de cuna que no sabe hablar, ese que espera a que su madre entre por la puerta y lo saque alzado e indefenso de la tina para que no se ahogue con lo único que moja ahora su cuerpo: el llanto.
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