El llamado del mar
I
Voy ante la luz
como un ciego que tropieza con la nada
y apenas puedo verte así, medio dormido, medio indecente
cuando en la arena a mi costado estás tú
el confidente de todos esos sueños raros, imaginados.
II
Entras en mi como si me contaras un cuento
con el ímpetu de la espada que ayer pudo matarme
y mañana fuese la llama que me fecundará
entras así, siempre macabro, sediento, ¿qué se yo?
y te dedicas a jugar
a perderte entra las brumas
como el eterno demente de los juegos y el placer
al tirarles piedras al hogar
a las fieras,
al deleite
a digerir uno por unos los cruentos legados del ayer.
III
Vas y te mojas los pies
no soportas el calor, esa inapropiada medida de la fatuidad
las olas te ven y no saben nombrarte
porque de ti nada saben
no saben que tras de ti nada queda,
en conclusión
sólo yo te conozco bien
quizás deba decir mejor
pero soy como un púgil en la esfera debilitada de tu sombra
redonda sentencia que brinda el amor
buscando siempre la manera de explorar tu rostro,
tus recuerdos
de alojarme en esta memoria salada y conseguir el dictamen final.
IV
Y es que siempre miro tu cuerpo enarbolando esa inconsistente luz
y esa diadema enorme, esa que tienes en medio del pecho como un candil
como la oscura obsesión que venero y me mata
y no lo dudo, sé que es una tentación permanente
y entonces te quedas dormido bajo el sol abrasador
tan cerca de mí que casi puedo saber qué es lo que sueñas
y ya no están las brisas,
ni siquiera los cantos,
apenas está el color
y siento, entonces, como este Mediterráneo de cuentos y de trasiegos
te vuelve a llamar.
V
Cuando he logrado apartarte
siempre que dejo de jugar con tu pelo
con tus ojos, con tu sien
nada percibo de ti
nada me gusta menos de ti que no sea ese sonido incierto del Mediterráneo
clamando por los dos
de esos raros momentos en que me atrapas en el circulo incierto de tus temores
y haces que recuerde esta playa vacía, tan sola de fantasmas y de gaviotas
siempre como un sueño recurrente
un pedazo de letargo que se repite y que se esconde
ante la serena naturaleza de tus pies mojados
de tus dedos uniformes
¡ah! muchacho del candor impío
muchacho de las tardes en el Mare Nostrum
de las marismas húmedas y de los peces muertos
atrápame en tu pecho y en el olvido
porque desde el olvido
siempre sabré llamarte.

Yom Hernández
Aquí un licenciado en Historia, loco por la literatura que lee y escribe pertinazmente. Padre de tres libros publicados por Ed Atlantis, Ed Adarve, Ed Cuadranta.
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