Su vida, rodeada de aromas,
se desvaneció.
Quizás no eran tan dulces,
quizás era reflejo, ilusión.
Ella nada ve,
solo sus pétalos,
que lentamente palidecen,
que no resisten tanto rigor.
Busca un nuevo lienzo,
pero no cambia de rumbo.
No se halla en lo que dicen ser,
porque no lo son.
Un remolino danza en su interior,
sacude sus espinas
como tocando un tambor.
Ella resiste,
conoce el furor,
escapa, no tolera el temblor.
No quiere dominio
ni ser dominada,
solo busca ser entendida,
escuchada.
No desea la herida,
pero sus espinas le juegan traición.
Cuando las lágrimas caen del cielo,
le susurran sus anhelos.
Ella aguarda al viento
que le traiga su brío.
Quiere descubrir nuevos suelos,
sentir abrigo,
pues poco ha recibido,
mas mucha rigidez se ha desprendido.
No la esperen,
no habrá de llegar.
No busca nada,
pues nada la ha complacido.
No quiere permanecer allí,
donde no florece
ni se fortalece,
donde solo muere
en manos de quienes ha querido.
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