Fortaleza.
A cal y canto me aislo del imbécil, del paisano que lo sabe todo, que solo se escucha a sí mismo, que no atiende a propuestas ajenas salvo para maldecirlas; que no tiene aportes propios más allá de obviedades y sandeces. Voces de cántaro sin agua.
En mi alma, cada vez, más puertas están cerradas.
Pero abro las ventanas.
Me agrada el leve frescor de estas mañanas. Oasis prefacio de la abrasadora jornada.
Abro de par en par al amigo que siempre lo fue, que, aún ausente, nunca se ha perdido.
Rendijas para degustar el aroma de las flores. Resquicios por donde contemplar el verde de las hojas y el rojo de los ocasos.
Hay huecos suficientes para lo amable de las sonrisas sinceras.
Aprendo a usar los cerrojos.
Murallas con troneras protegen mi alma.
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