Nada nunca y
todo siempre,
raíz que brota del sol
extendiendo una plétora de sueños.
Collar de perlas
le decoran la boca
y se pudren malditas
en los ojos de nadie.
Exhumación de las vísceras,
crisálida roída del fin,
los santos lloran letanías,
del sueño que tuve una vez.
Letargo inerme,
abulia del vivir,
los párpados del sol se cierran
y afuera nada más se ve.
Alma silente,
vacuidad del yo,
mi inasible deseo del ser
está perdido.
Otra vez.
Otra vez.
PARTE I
”SILENCIO”
Cito el estertor de la nihilidad de mi yo, mi ser, a través del sopor que mantuvo silente mi existir, sin goce de exageraciones, sin profanar todo sentimiento, emoción y acción vivida.
Esta decisión proviene del deseo por encontrar el crisol, que a gritos silenciosos, desee fervientemente conocer alguna vez. El bosquejo de lo que podría retratar como mis propios siete pecados, el dédalo de mi encuentro con el paroxismo de lo que por años fue mío, siendo cúspide de la alquimia. Presento:
Silencio como un muro desde la garganta, sensibilidad como el primer filo abriéndome la piel, soledad haciéndome compañía desde la ausencia del todo, egoísmo como el amor hacía adentro, dolor como oraciones mal pronunciadas, olvido como el cierre cíclico del fin y rendición como el fruto de que todo acabará.

Dramática y fonética.
Nada ha sido mío, más que el deseo de ser, contigo. Estoy aquí para re-inventar la vida que emergió a cántaros de tu querer.
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