El Lenguaje Del Lenguaje
En la antigua antigüedad, antes de que el hombre existiera, mucho antes del homo-sapiens. El ser existente percibía el hoy llamado “Tiempo” de una manera muy diferente a la hoy conocida.
Puesto que aún no existían las sociedades, mucho menos el amor de madre a hijo. Cada ser no pensante, se valía de su instinto para seguir viviendo una vida exoticamente ingenua. El conocimiento aún no había sido creado, mucho menos el lenguaje. Por extraño que parezca, los gestos aún no tenían un significado. El puro instinto del mamífero hacía las cosas congruentes.
El poder y el dominio mucho, muchísimo menos existía. Cada ser vivía por separado. Al nacer éste, su conciencia lo oscurecía totalmente, hasta que de alguna u otra forma, lograba subsistir.
Aquello conocido como apariencia era lo que le daba al ser viviente la facultad de procrear. El atractivo no era más que una forma de conseguir aparearse y dar vida. Las madres de estos individuos, absolutamente individuales, eran las que se encargaban de darle aquel amor suficiente como para seguir respirando, aunque muchas de ellas los dejaban de lado sabiendo, más bien, intuyendo, que aquella cosa salida de su vagina, era simplemente un objeto que quería quitarle su alimento, su poder femenino.
El hombre mono, después también, observaba la vida como individuo. Si dos seres se acercaban, había entre sí mucho más que distancia, había luz o sombra, había atardecer o amanecer, pero no habían las dos cosas juntas, menos al mismo tiempo. Cada uno de ellos vivía una existencia totalmente separada.
El individuo observaba la luz, mientras el otro la sombra. Uno vivía una fase de la luna, mientras que otro observaba el sol, todo esto al mismo tiempo, y en el mismo lugar.
La fuente de alimento no era otra que la vegetal o la carne de un cuerpo distinto al propio, dándose a entender que el fuerte vivía, y el débil moría. No existía aún el fuego, por lo que se comía no era otra cosa que carne en descomposición, con los dientes los cuales estaban preparados para destrozar el músculo y la piel, para beber de la lluvia o del arroyo el cuál no tenía ningún tipo de descomposición.
Estos seres eran absolutamente espirituales. Ningún atisbo de inteligencia podía existir en ellos. No tenían manera de comunicarse, mucho menos de entenderse. Eran individuos absolutamente pasionales, absolutamente guiados por su instinto y su espíritu de supervivencia.
Acaso el individuo no sabía qué era lo que lo guiaba, pero al final, algo era lo que lo guiaba, ya fuera su hambre, sus latidos, su sentimiento era nulo, mucho menos su emoción y su corazonada era lo único que lo mantenía vivo. Antes de las sociedades, antes de la rueda y el fuego. Aquellos individuos no tenían ninguna presencia más que la suya propia en todo sentido. Si bien podían creer o morir, su alma era la que los guiaba a cada paso. Ninguno de ellos existió ni más ni manos que para que usted o ustedes puedan estar leyendo ésto hoy ahora aquí. Ya sea de día o de noche, de mañana o de tarde. Todos nosotros, como sociedad letrada y conciente de nuestros errores y aprendizajes, podemos entender éste texto como parte de la evolución contínua del individuo. Nadie de nosotros sabe cómo, nadie se explica porqué, pero hemos llegado aquí y ahora hasta éste lugar y momento para entender que no existe forma de seguir vivos si no es por todo lo que hemos vivido como humanidad.
La evolución del hombre, y ahora el hombre-máquina, no es otra cosa que miles de millones de años en el que el primer individuo logró abstenerse de comer una planta, de comer carne en descomposición, de tal manera que gracias al instinto, aquello que nos hace animales, ahora podemos estar sentados, leyendo un texto que tardó otros tantos miles de millones de años en crearse.
El poeta no es más que aquel que quiere vislumbrar futuro, pero es aquel poeta que sabe que cada uno de nosotros vive una realidad distinta, diferente al pasado, mucho más diferente al futuro, la que nos dá ese conocimiento de saber que una letra pertenece a tal sonido, por lo tanto a tal significado, por lo tanto a tal palabra, por lo tanto a tal emoción, por lo tanto a tal recuerdo, por lo tanto a tal desconcierto acerca del futuro.
El hombre máquina de hoy en día no es más que un ser que contiene un conocimiento e inteligencia que lo hacen superior al resto, pero es eso mismo lo que lo compone como maligno, como egoísta, como instintivo en cuanto a tal o cuál situación.
Hemos crecido gracias a nuestro instinto. Hemos recibido el cariño y el odio de aquello que nos quitó esa guía primitiva que nos hizo llegar al día de hoy. El presente no es más que un sin fin de individuos guiados y motivados por las situaciones pasadas del ser humano, lo que lo hace absolutamente responsable por sí mismo. Lo que lo rodea no es más que un invento para satisfacer necesidades por las cuales murieron los antepasados. El pensamiento no es más que el instinto puesto en duda. Y para que sepamos algo, es necesario experimentarlo. ¿Cómo es que el fuego da calor o el agua congelada da frío? ¿Cómo es que el cuerpo se enfría cuando es de noche y es invierno, y el calor calienta cuando es verano? ¿Cómo aprender a caminar si no he gateado antes? ¿Cómo aprender a comunicarme si no he sentido en mis oídos el sonido de las letras? El simple verbo del hombre máquina ha tardado infinitos errores e infinitas emociones hasta llegar a tal punto del conocimiento en el cuál todo parecería estar servido. Pero no lo está.
El hombre del futuro tendrá otras convicciones, otros aprendizajes, pero el mismo instinto. Su poder de evolución radica en enfrentar sus miedos, sus destinos, sus propias experiencias para permanecer vivo o callar de respirar. El fruto del hoy significa la cosecha del ayer, la siembra del anteayer. La expedición del mañana significa el haberse perdido hoy. El lenguaje del lenguaje radica en haber perdido la capacidad de comunicarse. Es por eso que cada individuo debe aprender que su propia falta es la que le otorgará el brillante mañana.
Sólo los solitarios lograron convencerse a sí mismos de que el hoy no era suficiente, pero es la sociedad la que los ha hecho pertenecer al día del mañana sin tener que preocuparse por el hoy. Ningún hombre o mujer del mañana sabrá acaso lo que significa para nosotros el presente. Es por eso que el lenguaje es el nombre de la evolución. Aquello que nos hace únicos es lo mismo que nos adapta para seguir existiendo. Nadie, jamás en la historia de toda la evolución ha logrado observar al sol y no perder su nitidez en la visión. Jamás, ningún hombre, criatura, animal o vegetal ha logrado existir por el hecho de vivir en sociedad, excepto por aquellas raciones de lucidez que tienen la potestad de vivir simplemente por el hecho de pertenecer a una amalgama.
Cuando hablamos de pertenecer significa que necesitamos de un otro para realizarnos. Cuando hablamos de individuo quiere decir que el verdadero sentido de la existencia está en saberse uno con el todo. Sólo el miembro de una sociedad logrará jamás y siempre, hacerse con el dolor de todos. La empatía antes de la sociedad jamás existió. Era lo que nos hace y hacía únicos aquello llamado como lenguaje.
Cuando hombres y mujeres se atraen, se atrapan. Luchan por subsistir en conjunto. Cuando la sociedad se hace presente, entonces cada uno de ellos lucha por ser más valioso que los demás. Aquello llamado apariencia es lo mismo que poder. Quién logra obtener del fruto del pasado lo que el futuro necesita, lo convierte en tanto más valioso que muchas millones de personas actuales más.
Estamos en la era de la máquina, aquella que nos hará abrir fronteras estelares, aquella que nos dará un conocimiento mucho más vasto que el que hoy tenemos, pero sólo aquel que pueda obtener un lenguaje de ello, será inevitablemente poderoso. Ningún material jamás podrá hacer al hombre más valioso que los demás, pero sí lo hará el poder sobre el lenguaje.
El lenguaje sobre el lenguaje, el lenguaje del lenguaje, es lo verdadero sobre la posesión de poder que hará al hombre máquina subsistir. Pero sólo aquello que pueda matarlo hará al conocimiento. El instinto del hombre máquina está en saber antes de saber. Saber significa haber experimentado, pero en ésta era, el hombre máquina podrá experimentar sin saber. El saber es lo único que crea fruto para el futuro. El saber del mañana lo único que hará será prevalecer al hombre sobre el destierro. El desierto del lenguaje es crear un silencio en la era. El poder del ser será siempre crear un lenguaje a partir de lo inexplorado, de lo desconocido. Es una era de cambio abrupto, aquello que hará al hombre máquina experimentar antes de saber.
Sólo el fruto de lo reconocido puede darle conocimiento a la especie. Sólo el conocer lo hará más inteligente, pero el saber lo hará retroceder sobre sus pasos. Ningún hombre máquina puede lograr el saber excepto si antes logra sacrificarse por ello, es el miedo el que le dará el instinto en otras tierras. Es el saber lo que lo hará fallecer si es que no cambia su convicción frente a lo desconocido.
No digo que no hay que explorar. Simplemente es necesario abrir el lenguaje universalmente, el uso del gesto, el uso del sonido, el uso de la emoción y el sentimiento, el uso del pensamiento, todo aquello es el lenguaje del alma, del espíritu del mañana nace cuando ha muerto el lenguaje, pero el ese mismo lenguaje el que creará al verdadero Dios que ha de emanciparnos de él mismo.
Sólo, un hombre máquina, puede existir, pero en su propio universo, en su propio ambiente. La verdad del presente es que cada individuo debe crear su propio mundo en el que lleguen sus presas, sus pasiones lo guiarán hasta quedar sólo, momento en el cuál deberá hacerse de sus propios métodos para poder sobrevivir. Contemplará otros tiempos, otras vidas, otros espíritus lo guiarán, pero la verdad es que el instinto primitivo es lo único que podrá darle un lenguaje, crear una familia ya no estará en los planes de ningún ser pensante. Crear un mañana será sólo hecho por aquel que ha logrado vivir en soledad, como individuo, conquistador de sus propias pasiones. Conquistador de su propio universo y tiempo.
NARENDRA BEAUJOLAIS
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