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El infinito origen

Oct 20, 2025

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El infinito origen
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Un alguien nació de un espejo en un mundo solitario e incierto. Su alrededor no parece ser compatible con lo que sus sentidos prevén. Nadie sabe cómo llegó ahí y la única explicación de su existencia es melliza al dudoso juicio de que usted y yo existimos.

Cuando el alguien vio al espejo por primera vez, pasó tres dedos distanciados el uno del otro por sobre su rostro plano y ajeno, se sorprendió del detalle con el que sus movimientos eran imitados, pasó la palma derecha por sobre la mejilla del extraño y con su palma izquierda tocó la piel de la suya. Notó que el tacto no era el mismo. Parpadeó tres veces seguidas, apreció un temblequeo en una ojera, como compartiendo un mismo miedo, y miró fijo sus ojos que no eran sus ojos.

«¿Cómo sé que soy el reflejado y no el reflejo?» se preguntó.

Vio, además, que los ojos del espejo reflejaban otro él, otro extraño que era él mismo, pero en una dimensión menor, y de igual forma que, en los ojos de los ojos del extraño, había otro extraño más, a renglón seguido y en eterna oleada.

«¿Soy yo el iniciante de todos los reflejos que forman mis ojos o solo soy parte de la eterna cadena de ellos?» preguntó.

Hizo la prueba. Tomó el espejo y lo miró de forma tal que casi podía ver absolutamente todos los reflejos, quizá infinitos o circulares, de su propia persona. «¿Qué me hace pensar a mí, tan egoísta, que soy el iniciante de todos esos reflejos y no solo parte de la hilera de ellos? Así como esos reflejos aparentan verme, yo puedo verlos a ellos ¿Y si cada reflejo es consciente, y cada uno piensa por individual que son el iniciante de los reflejos?» Guardó silencio por un momento.

«¿Ustedes pueden explicarme quién es el reflejo mayor? ¿Existe un padre de todos los reflejos? ¿Somos reflejos circulares o infinitos?» Todos preguntaban lo mismo y nadie respondía. «No estoy hablando solo —intentaba convencerse— pero todos dicen lo mismo». Giró su cuerpo e ignoró al espejo, tocó sus ojeras suavemente, luego su cuello, pero la duda lo corroía, pues quizá a sus espaldas los extraños hacían lo mismo. No tenía forma de saberlo, y si volteaba, regresaba al punto inicial.

El alguien posaba frente al espejo y giraba con gran velocidad, pero no lograba sorprenderlos. Realizaba rápidos y salvajes comportamientos de locura y desazón, de alegría y silencio, pero todos parecían ser el mismo, ser él mismo.

Viendo que no podía sorprender con acciones, buscó desde la razón lógica una manera de argumentar que él era el reflejado y que todos esos extraños eran tan solo reflejos de él. Pero cada vez que objetaba sus ideas de existencia por sobre las existencias, los reflejos argumentaban lo mismo, y no había certeza que de este lado él existía como hombre real y no como el reflejo de un hombre.

¿Cómo podría aclarar que los movimientos y acciones le pertenecían y no eran actos involuntarios que se entendían como voluntarios?

«¡Escúchenme bien! —se paró firme, con el entrecejo fruncido—. Que alguien, entre todos ustedes, responda ahora mismo quién es el inicio de todo. ¡Si no responden, romperé el espejo y morirán! No tengo miedo y no tengo nada que perder. Si la razón de mi existencia está detrás del espejo, lo romperé, pero si ustedes, extraños iguales, son sensatos y no ignoran mis reclamos, podrán salvarse. Aunque la verdad me consuma, prefiero conocerla de todos modos, así sea libre de mi propia intriga y ustedes libres de la muerte», exclamó con rabia, pero todos los extraños imitaban sus palabras y expresiones. «¿Están burlándose de mí? ¡Pues ya no!» Rompió el espejo de un puñetazo y cayó en cristales siendo uno más de todos.

Esteban Carrasco

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