Te has robado mis letras,
te las has robado,
con tanta frialdad.
¿Para qué las quieres?
¿Para qué las atas?
Dime, ¿en qué cautiverio se hallan?
¿Y dónde están mis sílabas?
Si las has robado,
¿por qué pides su libertad?
No es acaso evidente
que están reclusas
en el abismo de la memoria,
entre paredes de mutismo y neblina
que tú mismo has erigido.
Dime, ladrón de voces,
¿no te pesa el eco de mis palabras,
ahora mutiladas y huérfanas?
Las tomaste sin permiso,
y aún así claman mi nombre
desde el rincón donde las desterraste.
Si las robaste,
¿por qué insistes en liberarlas?
¿No ves que su esencia se ha perdido
en el vacío de tu indiferencia?
Mis sílabas te pertenecen,
pero nunca serán tuyas.
¡Qué pena más profunda, su pérdida!
Mis versos ríen ante mí,
porque no te las has robado;
...son versos que yo te escribí.
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